OBRAS SELECTAS del Beato Enrique Susón

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Message  Javier Lun 17 Mai 2021, 12:14 pm

CAPITULO XVI  - Miserias de los mundanos


Sabiduría - Ahora examina conmigo las miserias que
envuelven a los hombres, que en esta vida se entregan a
los goces del cuerpo y de los sentidos.

¿De qué les sirven las alegrías temporales, que pasan
como si nunca hubieran existido? ¡Qué breve es una felicidad que conduce a una desventura sin fin! ¡Insensatos!;
¿qué ha sido de aquella vuestra invitación al placer cuando cantabais: Apresuraos a gozar, jóvenes cuyo corazón
siempre está pronto al regocijo: olvidemos todos los pesares, entreguémonos a las delicias del placer, sean para
nosotros las flores, las rosas, la lozanía, los festines, los
placeres de los sentidos y de la carne! Decidme: ¿qué os
ha quedado entre las manos de todo esto?

Ahora sí que podéis ya exclamar: ¡Desgraciados de
nosotros! ¡Mejor nos fuera no haber nacido! ¡Oh tiempo
breve y miserable!; ¡cómo nos ha sorprendido la muerte,
cómo hemos sido juguete del mundo, y al fin ha acabado
por burlarse indignamente de nosotros! Todos los dolores
más grandes y prolongados de la vida no son nada en
comparación de lo que ahora padecemos. ¡Dichosos
aquellos que nunca supieron de las alegrías del mundo,
que nunca disfrutaron en él de un día próspero y tranquilo! Locos fuimos nosotros al pensar que Dios había abandonado a los que veíamos tristes y perseguidos: ahora son
los que descansan en el seno de la eternidad, coronados
de gloria y de honor, rodeados de los ángeles del Paraíso.
¿Qué son ya para ellos las penas que sufrieron en vida, los
desprecios y persecuciones del mundo, pues que todo esto
se ha trocado en una perfecta felicidad, en perpetuas alegrías?


¡Oh, angustia, dolor infinito, fin sin fin, muerte la más
cruel de todas las muertes, muerte eterna que nunca acaba de matar! ¡Adiós, padre!; ¡adiós, madre!; ¡adiós, amigos míos, que nunca ya me alegraré con vosotros! ¡Separación terrible!, ¡cómo atormentas, cómo rompes el alma!
¡Oh rechinar de dientes, oh lágrimas, oh gemidos que de
nada me serviréis! Caed sobre nosotros, montes y collados; ¿por qué no sepultáis entre vuestras ruinas a los que
somos víctimas de tantas miserias?

Tiempo que pasas, ¡cómo ciegas los corazones! Todo
esto me ha valido aquella mi juventud gastada en los goces de la carne y en los placeres de los sentidos. ¡Oh, vida
perdida, incomprensible desventura! ¡Y ni siquiera un
rayo de esperanza...!


Discíp- ¡Oh, Señor justísimo, y severísimo juez! Mi
corazón está yerto de terror, y mi alma se huye de mí,
pues no puede sufrir la vista de infortunio tan grande.
¿Quién hay que no tiemble al pensar en estos tormentos
tan horribles? Yo no puedo ni siquiera imaginarme a mi
alma separada de Dios. ¡Oh, dolor sobre todo dolor, mal
infinito, incomprensible!

¡Jesús mío!, mi único amor; tratadme en esta vida
como os plazca, enviadme todas las cruces que tengáis
por conveniente; pero no me abandonéis jamás. Heme
aquí sumiso en absoluto a vuestra voluntad. Sólo os pido
una cosa: que no permitáis que nunca pierda vuestra gracia por el pecado.


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Message  Javier Lun 24 Mai 2021, 11:21 am

CAPITULO XVII - La gloria de los santos


Sabiduría.- No temas, hijo mío: el que está conmigo
no puede perderse. Levanta tus ojos al cielo, y mira aquel
resplandor, aquella luz que guardo para los que en esta
vida son perseguidos, atormentados y crucificados por mi
amor.

Aquella bienaventurada ciudad toda deslumbradora
con la riqueza y hermosura del oro, de las piedras preciosas y cristales finísimos; embalsamada con el aroma de
los lirios, rosas y flores de una primavera eterna. Aquellos son los tronos de donde fueron lanzados los ángeles
rebeldes, y los reservo para las almas afligidas, para mis
amadísimas esposas.

Todos los santos que están en aquella ciudad te quieren mucho, te esperan con impaciencia, quisieran verte
presto consigo y te encomiendan constantemente a Dios.
Se alegran mucho con tus padecimientos, y saltan de gozo
al ver que, como ellos, los sufres con gran valor. ¡Si vieras
qué gloriosos aparecen con sus cicatrices, y con qué satisfacción se acuerdan de las heridas sangrientas que por
amor mío recibieron en las batallas de esta vida! Ya te
digo que gozan mucho de verte siempre victorioso en medio de tantas penas, tentaciones, y en medio de tanto
abandono. Está cierto de que te aman con más ternura
que el padre y la madre que te dieron el ser; porque
la caridad de los santos sobrepuja en mucho a todos los
afectos de familia. ¡Si vieras qué dulce es la compañía de
los santos!

¡Feliz el alma que está predestinada a la gloria! El dote
y los aderezos que doy a los míos en el cielo, es contemplar claramente todo cuanto dice la fe, y cuanto promete
la esperanza; y luego poseer con paz y seguridad lo que
tanto han amado. Su aureola o gloria particular será la
alegría de sus trabajos y buenas obras. Los rodeo de una
grande gloria, que es la luz de mi purísima esencia, y los
abismos insondables de mi divinidad. Están como sumergidos en un mar de dulcedumbres. Descansan en mí por
el amor, y de tal modo se transforman en mí, que no pueden ya querer sino lo que yo quiero. En una palabra:
son bienaventurados por gracia, como Dios lo es por naturaleza.

Olvídate, pues, por un momento, de tus aflicciones y
de tu cruz; medita en religioso silencio estas sombras, estas nubes obscuras del paraíso, y al ver la gloria y alegría
de los santos, tu alma se esforzará y no podrá menos de
exclamar: ¿Dónde está ahora aquella confusión que conturbaba su corazón casto? Su cabeza ya no está humildemente inclinada ni sus ojos fijos en el suelo. ¿Qué se ha
hecho de aquel despedazarse el alma, de aquellos gemidos, de aquellas lágrimas amargas, de aquellos rostros pálidos, de aquella pobreza tan áspera, de aquella sangre derramada, de aquellas heridas, de aquellas mordeduras de
la murmuración, de aquellas tristezas interiores, y de
aquella privación de todo consuelo, que les hacía decir:
¡Dios mío, Dios mío!; ¿por qué me habéis abandonado?

¡Oh, santos bienaventurados!: eso ha quedado de vuestros dolores, de vuestras desazones, de vuestros sufrimientos y de vuestra cruz, que en un punto pasaron. Ya no
tendréis que ocultaros en los desiertos, en las cuevas o en
las pequeñas celdas de un monasterio, para escapar de la
malicia del mundo. Para siempre gozaréis de la bienaventuranza de los santos; y en el alborozo de vuestro triunfo,
cantaréis al Señor este hermoso cántico: ¡Bendición, claridad, sabiduría, acción de gracias, honor, virtud y poderío a nuestro Dios por los siglos de los siglos!

Acuérdate, hijo mío, de esta gloria de los santos que te
han precedido, y así olvidarás tus padecimientos y no desesperarás de tu salvación.

Por el modo con que he tratado a mis siervos y amigos
podrás comprender la distancia que separa a mi amistad
de las amistades del mundo. Este tiene también sus molestias y penalidades; pero, aunque sus amigos fueran
bastante ciegos o estuvieran bastante locos para no verlas, es
cierto que en virtud de mi eterna justicia, todo hombre
que sigue sus caminos tortuosos, se convierte en verdugo
de sí mismo, y luego muere en la desesperación, y es presa de las llamas del infierno. Mis amigos, al contrario: sufren, es cierto, tentaciones y cruces numerosas; pero viven
siempre contentos con la esperanza de la gloria, gozan de
la paz de corazón y de la tranquilidad de la conciencia, y
aun en medio de sus aflicciones, son más felices que todos
los mundanos con la falsa paz de sus placeres.

Discíp- Dispuesto estoy, Señor, a sufrir toda clase de
penas, ya que vuestras cruces son las demostraciones de
vuestro amor y nadie hay más feliz que aquel a quien
toca parte de vuestros dolores y de vuestra Pasión.

Callen de una vez los amigos del mundo, y los tibios
nunca vuelvan a decir que maltratáis a los que son amigos vuestros. Admiren todos conmigo la bondad infinita
con que lleváis por los caminos del dolor a todos los que
amáis, y convénzanse, para siempre, de que es muy digno
de lástima el hombre a quien Vos no probáis por el dolor
durante su vida mortal.


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Message  Javier Ven 18 Juin 2021, 12:25 pm

CAPITULO XVIII - Las cruces que agradan a Dios


Discíp - Ya que las cruces y aflicciones son tan provechosas para conseguir la gloria de los santos, decidme, Sabiduría eterna, cuáles son las cruces que más os agradan en vuestros amigos. Así yo podré desearlas y buscarlas y sobrellevarlas con alegría, considerándolas como dádivas venidas de vuestras paternales manos.

Sabiduría - Todas las cruces y aflicciones me agradan,
vengan de donde vinieren: lo mismo si provienen de la
naturaleza, como las enfermedades, que si provienen de
la propia voluntad, como las austeridades y penitencias, o
de la violencia de las pasiones humanas, como la persecución y la calumnia.
Pero con todo la condición de que el
alma las sufra para honrarme y alabarme, y no desee sino
cumplir en todo mi voluntad. Las cruces que me son más
queridas y que juzgo más preciosas, son las llevadas con
mayor alegría y con más amor.

Escucha ahora qué es lo que me mueve a someter a
tantas pruebas a mis servidores, y grábalo bien en tu corazón.
Yo habito en un alma, como en un paraíso de delicias, y en manera alguna puedo permitir que ella se marche de mí, aficionándose a las criaturas... Y como quiero poseerla pura y casta, la rodeo de espinas y la acorralo
con la adversidad para que no pueda escaparse de mis
manos. Siembro de angustias y dolores su camino, para
que no encuentre descanso en las cosas mezquinas de la
tierra, y ponga toda su felicidad en el abismo de mi divinidad.

Y luego, el premio que doy a estas almas por la menor
de las aflicciones que sufren por mi amor es tan grande,
que bastaría para dejar satisfechos y contentos a todos los
corazones mundanos.

El camino de la cruz no es ninguna novedad: ha existido siempre. Ha sido mi voluntad que en la naturaleza fuesen difíciles de obtener todas las cosas raras y grandes, y que la adquisición de la virtud exigiese muchas fatigas y muchos sudores. Si al alma no le agrada este procedimiento, y para evitarlo quiere apartarse de mí, márchese enhorabuena: libre la he creado, y no seré yo quien violente su
libertad. ¡Qué ciertas son las palabras de mi Evangelio: Son muchos los llamados, pero pocos los escogidos!

Discíp- Reconozco que vuestras cruces son las dádivas de vuestra Sabiduría, y prendas de la eternidad: pero
al menos que no sean muy pesadas ni demasiado grandes
para la debilidad de las fuerzas humanas. Vos, Señor, conocéis, todas las cosas, pues todas las habéis ordenado en
número, peso y medida, y sabéis que mis penas son verdaderamente aplastantes. No creo que persona humana
haya sido sometida a pruebas tan duras como yo: ¿Cómo queréis que resista?

Si fuesen cruces ordinarias, fácilmente podría llevarlas
con paciencia; pero estas son cruces tan nuevas y tan extraordinarias, que me apenan el alma.


Sabid- El enfermo en medio de sus dolores piensa
siempre que no hay sufrimiento mayor que el suyo, y el
hombre imagina siempre que ningún mortal le iguala en
la miseria. Si a ti te hubiera enviado otra cruz, hablarías
exactamente lo mismo que hablas ahora. Anímate, y demuestra tu valor y tu generosidad. Entrégate por completo a mi voluntad; acepta con resignación todas las cruces que te envíe sin recusar ninguna; y ya sabes que quiero tu
bien, y que nadie como mi Sabiduría conoce perfectamente lo que te conviene.

Ya has debido observar por experiencia, que todas las
cruces que te he enviado, sean cuales fueren, te han elevado, te han unido a mi divinidad más íntimamente y más
fuertemente que no las cruces voluntarias que tú has escogido.


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Message  Javier Ven 30 Juil 2021, 4:48 am

CAPITULO XIX - Las ventajas del sufrimiento


Discípulo.- Se dice fácilmente, Señor, que es preciso
sufrir con resignación todas las cruces: la dificultad está
en cumplirlo. Y por lo que a mí toca, mi aflicción es tan
intensa que me temo que caeré vencido.


Sabiduría - Si no fuese penosa, la aflicción no sería
aflicción. Precisamente lo bueno que hay en la cruz es el
poder sobrellevarla con resignación y a ti nada tiene de
particular que tanto te pese, siendo así que tan poco la
amas. Amala, y verás como la llevas fácilmente; porque
la cruz amada y deseada por honra mía se hace más ligera
y aún apenas si se siente.

Si te vieras inundado de consuelos y de espirituales
dulzuras, si los beneficios del cielo te abrasasen en amor,
no sacarías tanto provecho como de sufrir las sequedades
y tribulaciones que te envío. Estas penas que te agobian el
alma son las que atraen sobre ti mis tiernas miradas, y te
dan derecho a una magnífica y extraordinaria recompensa.

Vive siempre tranquilo, con la seguridad de que estando al abrigo de la cruz no te perderás,
y de que antes caerán en pecado diez almas de las que disfrutan de las delicias de la gracia,
que una sola de las que gimen sumidas
en la aflicción. Y esto porque el enemigo no tiene poder
alguno contra los que amorosamente padecen y lloran
bajo el peso de la cruz.

Aún cuando fueses el hombre más sabio del mundo y
el más eminente teólogo de mi Iglesia, aún cuando
hablases de Dios con el lenguaje de los ángeles serías menos
santo y menos digno de mi amor que una pobrecita alma
que vive sometida a las cruces que le deparo.

Mis desgracias las concedo a los buenos y a los malos;
pero mis cruces las reservo solamente para los elegidos
para los predestinados. Según esto, compara bien el tiempo y la eternidad, y dime si no sería preferible arder en
vivas llamas en un horno encendido, antes que verse privado de la más insignificante de las cruces que yo pueda o
quiera enviarte. ¿No es eterno el galardón con que son remuneradas las aflicciones sufridas generosamente?

Discíp - ¡Jesús dulcísimo! Vuestras palabras son como
una música deliciosa para las almas atribuladas. Si las
oyese muchas veces, paréceme que viviría más contento,
con más libertad, y con más esfuerzo para llevar las cruces que os dignéis enviarme.

Sabid- Escucha, pues, hijo mío, la música armoniosa
del dolor, las melodías de los corazones atribulados, y los
cánticos de las amas que sufren. Verás que hablan como
yo.

El mundo rehusa el dolor y desprecia a los que lo sufren,
mientras que yo los bendigo y los corono. Los atribulados
son mis amigos más queridos, los más amables, los
más semejantes a mi humanidad.

La aflicción separa al hombre del mundo y lo aproxima al cielo, y cuanto más abandonada se ve el alma, de
los servidores del mundo, tanto más yo la elevo y la hago
divina. De la cruz dimana la humildad, la pureza de conciencia, el fervor del espíritu, la paz y tranquilidad del
alma, la sabiduría, el recogimiento, la caridad y todos los
bienes que vienen con ella. La cruz es un don tan precioso,
que por ti mismo no serías capaz de conseguirlo, aunque
estuvieses años y años postrado en tierra en mi presencia,
pidiéndome con insistencia que te permitiese sufrirla.

La aflicción es un tesoro para los pecadores, para los
penitentes, para los que comienzan y para los perfectos.
Es un purgatorio de amor, que limpia al alma del pecado
y la libra del castigo. Dame un alma afligida que alabe y
bendiga a Dios en sus trabajos y penas, y el infierno todo
huirá de ella lleno de pavor.

La cruz tiene tal fuerza, tal virtud, que llega a atraer y
cautivar a quien la lleva. ¡Cuántos hombres se habrían
condenado si yo no los hubiera crucificado!

Mayor cosa es conservar la paciencia en el tiempo de
la adversidad, que resucitar a un muerto. La paciencia es
una hostia viva, perfume de un aroma deliciosísimo ante
su Divina Majestad; es un sacrificio tan necesario para la
glorificación del alma, que antes me decidiría a crear
nuevas cruces y nuevas tribulaciones, que ver privados de
ellas a mis amigos queridos.

Es muy cierto que el camino de la cruz es estrecho y
dificultoso; pero no hay que olvidar que conduce a las
puertas del cielo, a la gloria de los santos, al triunfo de los
mártires, y que al final del recorrido, las almas atribuladas, transportadas ya por la alegría de su victoria, cantan
a Dios un cántico nuevo que ni los ángeles pueden repetir, porque no han llevado nunca la cruz.

Discíp- Bien veo, Señor, que sois la Sabiduría Eterna,
que con tanta claridad hacéis que luzca en mi alma vuestra verdad, y habéis ahuyentado de mí toda sombra de
duda.

Yo os bendigo desde lo más profundo de mi corazón,
y os doy gracias por todas las cruces pasadas y presentes
que me habéis enviado con infinito amor y ternura, para
mayor bien de mi alma.


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Message  Javier Jeu 09 Sep 2021, 8:55 am

CAPITULO XX - Utilidad de meditar la Pasión de Cristo


Discípulo - No podría explicar, Jesús dulcísimo, cuánto me ha consolado en mis penas y angustias el pensa-
miento de vuestra santísima y amadísima Pasión.

Recuerdo que un día me sentía triste, abandonando,
destituido de todo consuelo interior, y con tal sequedad
de espíritu que no podía ni leer, ni orar, ni meditar, ni estudiar.
Me retiré a un rinconcito de mi celda, y juntando
las manos sobre el pecho me determiné de no salir de allí,
pues era cosa vista que no podía de ningún otro modo
honrar y glorificar vuestro santo nombre.

De repente, escucho vuestra voz, que me decía:
Levántate, amigo mío, y mírame crucificado. Piensa en lo
mucho que por ti he sufrido, y así olvidarás tus propias
angustias.



Entonces me levanté, medité y lloré en vuestra presencia, y me vi libre de todas mis penas y de toda mi sequedad. Y luego yo pensaba cuánta razón tenía vuestro apóstol Pablo cuando prefería la ciencia de la cruz a la visión sublime que tuvo de vuestros misterios, y cuando decía: No quiero saber otra cosa que a Jesucristo, y a éste crucificado. Y también me acordaba de aquello que San
Bernardo, con su dulcísimo lenguaje, decía a los religiosos: Hermanos míos muy queridos: amad la Pasión de
Jesucristo.
Cuando me convertí al Señor hice un ramillete con todos los sufrimientos de mi Redentor, y siempre
lo llevo en mi alma para mejor poder contemplar su crucifixión.


En estos recuerdos dolorosos consiste la verdadera sabiduría del corazón, y en ellos descubro la perfección de
la santidad, la plenitud de la ciencia, el tesoro de la salvación, la riqueza de méritos, el cáliz de la paz, el bálsamo
del consuelo, la constancia e igualdad de ánimo en todas las cosas, ya prósperas ya adversas.



Meditar la Pasión es desquitarme de mis culpas, ganarme la voluntad de mi juez, y calmar mi espíritu.


Cuando miro la Cruz, ando con toda seguridad a través de los peligros de este destierro, y ni siquiera pregunto
como la esposa de los Cantares, donde está mi Amado, puesto que lo llevo siempre en mi corazón, en donde
come al mediodía, puesto que lo contemplo siempre puesto en la Cruz.

Sí; mi mejor filosofía es saber a Jesús a Jesús crucificado.


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Message  Javier Mar 14 Sep 2021, 7:48 am

Pero atended, Señor, a mis habituales lamentos Yo
nada estimo tanto como vuestra Pasión, y quiero meditarla sin cesar,
y llorar con lágrimas amargas...; y a pesar
de todo, estoy tan seco y árido, que no hay en mí un solo
suspiro ni un acto de reconocimiento por tantos dolores y
sufrimientos vuestros, que se merecen una compasión infinita.
Enseñadme, Sabiduría Eterna, enseñadme a meditarlos.


Sabiduría - Mi Pasión no debe meditarse a la ligera y
como por rutina; sino con gran detenimiento, profundidad y
penosas consideraciones. El paladar no puede saborear
cumplidamente un bocado tragado precipitadamente,
y lo mismo, poco puede apreciarse de mi Pasión por
sola una consideración hecha sin amor y a disgusto.

Si no puedes llorar al considerar los tormentos de mi
Pasión, al menos alégrate por los inmensos beneficios que
ella ha traído a tu alma y al mundo entero. Y si sumido
en la sequedad, no puedes ni llorar ni alegrarte, entonces
persevera animosamente, insiste en el pensamiento de
mis dolores todo lo que puedas, y está seguro todo lo que
puedas, y está seguro de que estos esfuerzos me serán más
gratos que todas las lágrimas y que todo el fervor que de
otro modo pudieras tener. Harás un acto de virtud venciéndote
a ti mismo por mi amor, y me habrás dado una
muy valiosa demostración de tu cariño.



Discíp- Y ¿qué ha de hacer un pecador como yo,
para purificarse, y prepararse a la meditación de vuestros
dolores, y poder aplicarse vuestros méritos?


Sabid- Lo que debe hacer es:

1 °. Llorar amargamente en su corazón los pecados que
ha cometido contra su Padre celestial, pensando bien la
multitud, malicia y gravedad de los mismos.


2º. Convencerse de que por si mismo nunca podrá
expiar sus pecados; porque las más penosas austeridades
son nada comparadas con ellos, lo que es una gota de
agua comparada con la inmensidad del Océano.


3º. Alabar y bendecir la omnipotencia de mi Pasión,
pues una sola gota de mi sangre bastaría para borrar los
pecados de mil mundos.


4º. Aplicarse a sí mismo los méritos de esta Pasión
uniéndose a ella de corazón y compadeciendo mis dolores.


5º. Unir este dolor, pequeño y débil, a los dolores
míos que fueron grandes sin límites e intensos sin
medida; y luego mezclar humildemente la gotita de
esta insignificante penitencia, al mérito infinito de mi satisfacción
por los pecados del mundo, confundiendo sus pequeños
sufrimientos con mis penas infinitas.



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Message  Javier Mer 15 Sep 2021, 7:31 am

CAPITULO XXI - La muerte con Jesucristo

Discípulo- Habéis sido tan bondadosa, dulcísima y
adorable Sabiduría, que me habéis hecho ver los dolores
y tormentos que sufristeis en vuestro cuerpo cuando estabais
colgado de la Cruz, en las angustias terribles de una
muerte infame. Decidme ahora, os lo suplico, lo que sucedía
cerca de la Cruz, si había alguien que se compadeciese de
vuestro dolor, y lo que hicisteis con vuestra atribulada madre.

Sabiduría - Oye una cosa muy digna de llorarse.
Expiraba yo sobre la Cruz, y los verdugos que me rodeaban
hacían burla de mi divinidad, de mis milagros y de todas
mis obras. Me cubrían de salivazos, de injurias, de blasfemias;
me despreciaban y vilipendiaban como si fuese yo
un gusano de la tierra y el oprobio del mundo entero...; y
sufrí con gran esfuerzo todos estos insultos, llorando la
pérdida de sus almas, y ofreciendo al Padre mi sangre por
su salvación. Para atraerlos y convertirlos, usé de mi misericordia
con el ladrón que estaba a mi derecha, y le prometí el Paraíso.


Y yo, que de esta manera era el dispensador de la gloria,
estaba abandonado de todos, desnudo, plagado de heridas
sangrientas, sin un alma que me sirviese de alivio, me
consolase, auxiliase, o al menos me reconociese; pues todos
mis discípulos y mis amigos habían huido. Sólo veía a
mi queridísima Madre, sabía muy bien que Ella padecía en
su tierno corazón todos los tormentos que yo padecía en
mi cuerpo, y era para mí un nuevo dolor el ser testigo de su
angustia, y el oír sus lastimeros acentos. No tuve para Ella
otro consuelo que encomendarle a mi discípulo amado.


Discíp - ¿Quién pudo entonces contener en su pecho
las lágrimas y los gemidos? ¡Oh luz del cielo, Verbo divino,
Sabiduría admirable, Cordero de Dios, que eres la pureza misma!;
¡con cuánta crueldad no fuisteis tratado por
aquellos lobos tragadores, por aquellos tigres hambrientos!
Si me hubiera encontrado presente, y a pesar de mi
indignidad hubiera podido morir por Vos, por Vos y con
Vos hubiera muerto. Y si no se me concedía este honor,
me hubiera derribado al pie de vuestra Cruz, y me hubiera
adherido a la roca que la sustentaba, y cuando llegasteis a
exhalar el último aliento, mi corazón se hubiera
despedazado de compasión y de amor.


Sabid- La Justicia Divina me había condenado a
muerte a mí solo, y solo Yo debía ser clavado en el madero
de la Cruz, y solo Yo debía beber el cáliz doloroso de
mi Pasión por la salvación de los hombres. A ti te toca
seguir mis huellas, renunciar a ti mismo, tomar tu cruz y
seguirme, y tu sacrificio me agradará lo mismo que si
conmigo hubieras muerto sobre la cima del Calvario.


Discíp- ¡Señor!: pronto estoy a morir por Vos, que no
es justo que yo disponga de mi mismo, después que Vos
habéis muerto por mí. Mostradme, Sabiduría divina la
cruz que me señaláis y cómo he de morir con Vos.



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Message  Javier Mar 21 Sep 2021, 7:20 am

Sabid.- Haz todo el bien que puedas. Y si te encuentras con que tus acciones son juzgadas torcidamente, si se
burlan de ti, si te llenan de injurias y maldiciones, si llegan a tratarte como un hombre vil y despreciable, esfuérzate por permanecer tranquilo y conservar la paz de tu corazón.


Sufre las persecuciones con valor y con humildad, sin
pensar siquiera en defenderte; ora por tus enemigos con
amor, y por caridad procura excusarlos ante la presencia
de tu Padre, que está en los cielos. De este modo morirás
por amor sobre la cruz, mi muerte se reproducirá en la
tuya, y tu paciencia será una nueva flor que brotará de mi
Pasión.


Si a pesar de tu inocencia y de tu pureza, eres considerado como un impío, sufre con alegría esta nueva afrenta
y si tus enemigos quieren al fin excusarse y te piden perdón, perdónalos con gran presteza y con gran amor,
como si nunca te hubieran molestado lo más mínimo; y después, procura hacerles bien y darles pruebas de tu
cariño con tus actos y palabras. Entonces será cuando de verdad te habrá cabido parte de mi cruz, y habrás imitado
aquella bondad mía que me inducía a perdonar las injurias y las crueldades de mis verdugos.


Si renuncias a las amistades y conversaciones de los
hombres, al bienestar y a los consuelos de la tierra por
mientras te dure la vida, esta renuncia y esta privación
serán en ti lo que en mí fue la soledad en que me vi en el
Calvario cuando me abandonaron todos los míos.


Si por mi amor desarraigas de tu corazón todos los
afectos inútiles y, sobre todo, aquellos que pudieran
alejarte de mi servicio, me serás grato a la manera de San
Juan, mi discípulo amado, que permaneció fiel al pie de
la Cruz.


Si conservas tu corazón puro y limpio de toda afección terrena, tú serás el que me vestirás y cubrirás mi desnudez.

Pero sobre todo, en las injurias y violencias de tus
enemigos no te defiendas, no resistas; sino permanece en
silencio, como un cordero, sufriéndolo todo con paciencia y resignación,
sin que tu corazón ni tus palabras ni tu
rostro dejen escapar el menor asomo de inquietud o de
ira. Procura triunfar de la dureza y malicia de tus enemigos
por la dulzura y la humildad.


Sólo así llevarás en ti una fiel imagen de mi muerte;
sólo así, grabando bien en tu alma mi Pasión dolorosa,
meditándola, recordándola en tus oraciones, imitándola
en tus obras, te acercarás a mis sufrimientos e imitarás la
fidelidad de mi casta Madre y de mi amado discípulo.


Discíp- ¡Oh, Sabiduría omnipotente! Grabad sobre
mi espíritu y sobre mi cuerpo, quiéralo yo o no lo quiera,
este verdadero retrato de vuestra muerte, para que así
glorifique yo vuestro santo nombre.


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Message  Javier Lun 27 Sep 2021, 8:39 am

CAPITULO XXII - Propósitos de Cristo en la Cruz


Discípulo- ¡Oh, Sabiduría dulcísima, Reina y Señora
mía! Enseñadme ahora lo que en aquellos momentos ocupaba
vuestro corazón y vuestra alma; hacedme conocer
los sentimientos que abrigasteis sobre la cruz. Seguramente
que recibiríais muchos consuelos del cielo, y seríais especialmente
fortificado, como lo fueron los mártires en
sus tormentos. La asistencia de vuestro Padre celestial os
haría más tolerables vuestros suplicios.


Sabiduría - Si atroces eran los dolores de mi cuerpo,
más aún lo eran los que en el alma padecía. Con la parte
más noble de mi espíritu, contemplaba la divina esencia,
lo mismo que ahora en el cielo la contemplo; pero todas
las potencias y facultades interiores de mi alma estaban
sumidas en la desolación y en el abandono, y llegué a
sentir congojas que nadie ha sentido nunca, ni sentirá jamás.


Mi cuerpo, colgado de la cruz y cubierto de heridas
que manaban sangre. Mis ojos, cegados por las lágrimas.
Todos mis miembros, descoyuntados... Cercábanme angustias
de muerte..., y como ni del cielo ni de la tierra recibía algún
consuelo, exclamé con voz lamentosa: ¡Dios mío, Dios mío!,
¿por qué me habéis abandonado?
Sin embargo, mi voluntad
estaba inquebrantable, y del todo conforme con la Justicia divina,
que sobre mí descargaba sus rigores.


Cuando se hubo agotado toda la sangre de mis venas,
y la falta de fuerzas me puso en la agonía, entonces sentí
una sed ardentísima que me obligó a decir: Tengo sed.
Pero la verdad es que mayor era todavía la sed que tenía
de padecer y de salvar almas.
Y cuando hube terminado
cuanto tenía que hacer por la salvación de los hombres,
entonces exclamé: Todo se ha acabado. Ya había sido
obediente hasta la muerte. Entregué mi espíritu en las
manos del Padre, y mi alma se separó de mi cuerpo.


Después de mi muerte, una lanzada abrió mi costado
derecho, del cual salieron raudales de sangre y una fuente
de agua viva.

Ahí tienes, amigo mío, lo que por tus faltas y por las
de los escogidos he padecido. El sacrificio eficaz de mi
sangre inocente te ha rescatado de la muerte eterna que
tenías merecida.



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Message  Javier Ven 01 Oct 2021, 6:34 am

Discíp- ¿Qué gracias daré a vuestra Majestad por
amor tan grande?: ¿cómo podré corresponder a vuestra
Pasión dolorosa? Tuviera la fortaleza de Sansón, la sabiduría
de Salomón, las riquezas de todos los reyes de la
tierra, y todo lo dedicaría a vuestro servicio: pero nada
tengo, nada soy, y sin embargo, quisiera mostraros mi
agradecimiento.

Sabid- No bastan para alabarme cumplidamente todas las
lenguas de los ángeles, ni todos los corazones humanos juntos
son capaces de agradecerme debidamente el
menor de los sufrimientos que por ellos he padecido.


Discíp - Tendré pues que resignarme a vivir siempre
en deuda con Vos. Enseñadme al menos qué he de hacer
para agradaros y serviros.

Sabid- No apartes nunca tus ojos de mi Cruz y complaciéndome
tiernamente, graba bien en tu corazón los
dolores que encuentres más crueles en mi Pasión. Cuando
te llegue la hora de padecer, padece conmigo; y si no te
consuelo en tus aflicciones, y te dejo en la sequedad y en
el abandono, como yo lo estuve sobre la Cruz, líbrate de
buscar los consuelos humanos: lo que has de hacer es dirigir
a Dios tus oraciones y tus gemidos.


A ejemplo mío, abandónate por completo en la voluntad de tu Padre,
que está en los cielos; y así, cuanto más apretado te veas en tu interior,
tanto más agradable serás a los ojos de Dios, y más te asemejarás a mí sobre la
Cruz. Es el modo que tengo de probar bien a los que son míos.


Cuando sientas necesidad de consuelo y auxilio, violenta
tu corazón y renuncia a ellos generosamente, para
que esta tu sed esté amargada con hiel y vinagre. Está
siempre afanoso por la salvación de las almas, y trabaja
por ellas cuanto puedas durante toda tu vida. Obedece
con prontitud a tus superiores. Conserva tu alma desapegada
de toda alegría, y ponte en las manos de Dios como
te pondrías si fuera llegado tu último momento.


De esta manera te unirás a mi Cruz, y sobre todo
aprenderás a esconderte en la abertura de mi costado y en
la llaga que el amor ha hecho en mi corazón. Yo te lavaré
con el agua que de ella mana, te hermosearé con la púrpura
de mi sangre, te uniré a mí con lazos disolubles, y
nuestros espíritus el mío y el tuyo, se unirán para siempre
en una unión eterna.



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Message  Javier Jeu 07 Oct 2021, 6:42 am

CAPITULO XXIII - Normas de la vida interior


Discípulo- ¡Oh, excelsa Sabiduría! Todo el imperio
del mundo no bastaría para darme la felicidad que siento
en mi alma al escuchar vuestras lecciones admirables.
Ahora tenéis que decirme, os lo suplico, qué es lo que he
de hacer para evitar el pecado y llegar a la perfección.

Sabiduría - Voy a darte en pocas palabras las normas
de una vida pura y perfecta.


Vive separado y aun alejado de los hombres.

Desembarázate de las preocupaciones y de los vaivenes
de las cosas de la tierra; y despide de ti cuanto pueda
turbar la paz de tu corazón, ganarse su afecto y sumirlo en
las inquietudes del mundo, de la carne y de la naturaleza.


Levanta tu espíritu a las regiones de una santa contemplación,
en la cual encontrarás el objeto eterno de todos tus pensamientos.


Haz que todos tus ejercicios espirituales, las vigilias,
los ayunos, la pobreza, las penalidades de la vida, las
mortificaciones de la carne y de los sentidos, todo se
encamine a este fin y no los practiques sino en cuanto
pueden moverte y ayudarte a la presencia de Dios.


Haciendo esto te encumbrarás a una perfección que
muy pocas almas consiguen,
porque la mayor parte de los
cristianos se piensan que todo ha de consistir en prácticas
exteriores, y así les sucede que se afanan años y años, sin
adelantar un paso, y quedan siempre donde estaban,
siempre lejos de la perfección verdadera.


Discíp- Y, ¿quién será capaz, Señor, de tener siempre
fijos los ojos del alma en vuestra divinidad, y de perseverar
sin interrupción alguna en esta contemplación tan sublime?

Sabid- Ningún mortal, es cierto. Pero te digo todo
esto para que te animes, y hagas cuanto puedas por conseguirlo,
para que lo desees, para que esto sea la norma
primera de todos tus ejercicios espirituales, y para que en
ello pongas todo el empeño de tu corazón y todas las
fuerzas de tu espíritu.


Cuando notes que te apartas de este camino y que te
distraes de la contemplación, piensa que te estás privando
de la misma bienaventuranza; vuelve de nuevo sobre tus
pasos, y vela constantemente sobre ti para no apartarte
nunca de la presencia de Dios.


Cada vez que te distraigas de tu camino y andes a la
ventura, serás como un barquero, que en medio de una
tempestad horrible ha perdido los remos y el timón; no
sabe donde está, ni hacia donde camina, ni cómo ha de
guiar su barquilla.


Si no puedes estar siempre fijo en la contemplación de
mi divinidad, procura al menos no alejarte de ella, por
medio del recogimiento y de la oración; y tus esfuerzos
por andar siempre en la presencia de Dios te afianzarán
en el amor divino, en cuanto es posible en este mundo.


Escucha atento, hijo mío, mis lecciones, que no engañan a nadie;
escríbelas en lo más profundo de tu corazón,
y acuérdate siempre del amor que me las ha dictado. Si
de verdad quieres adelantar en la virtud, cuida de que
nunca se borren de tu espíritu, que las tengas presentes en
todo momento, en la paz y en la turbación, en el trabajo
y en el descanso; y te aseguro que en ellas encontrarás
siempre las luces y los tesoros de la Sabiduría.


¡Hijo mío!: Encarga a Dios del cuidado de tu alma, y
procura no descuidar tu interior ni salirte de ti mismo.


Sé siempre puro, dando de mano a todas las preocupaciones que no sean verdaderamente necesarias.

Levanta tus pensamientos hasta el cielo, y fíjalos en
Dios; y cada vez te sentirás más iluminado, y conocerás el
Bien soberano aún en medio de la ignorancia y del alejamiento
en que ahora vives.


Discíp.- ¿Cómo os he de agradecer, ¡oh Sabiduría sublime!, las enseñanzas que con tanta bondad y con tanta
dulzura comunicáis a mi alma? No olvidaré jamás vuestras palabras; sino que ellas serán la regla única y la única
fuerza de mi vida. Yo así lo deseo y así lo quiero.


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Message  Javier Mar 12 Oct 2021, 7:08 am

CAPITULO XXIV - Una muerte inesperada

A) El desengaño

Discípulo.-¡Dulcísimo Jesús! No os sean molestas mis
súplicas; pero desearía que ahora me enseñaseis a morir a
mí mismo y a todas las cosas creadas, a vivir sólo para
Vos, a amaros, a alabaros con todas mis fuerzas, a recibiros
dignamente y humildemente en el Santísimo Sacramento del altar.
¡Dichoso mil veces el que sabe serviros como os merecéis!
Ya que tantas veces me habéis exhortado a morir con Vos
en la cruz, decidme de qué muerte habláis, si de la corporal o de la espiritual.

Sabiduría - De las dos.

Discíp- La muerte corporal bien se conoce cuando se
aproxima, y además, no se necesita saber mucho para sufrir
esta ley de la naturaleza.

Sabid- Están en un error muy grave los que dejan el
aprender a morir para el momento mismo de la muerte.
Nadie aprende a morir sino pensando en la muerte misma.


Discíp - Pero es muy triste pensar en la muerte y además muy penoso y cruel.

Sabid- Estás aún tan ciego, que ni observas que los
hombres están muñéndose sin cesar. ¡Cuántos no desaparecen
cada día de las ciudades y de los conventos!; ¡cuántos se mueren
repentinamente! Y no reparas en que dentro de poco tiempo tú
también morirás, como muere todo el mundo. Abre, pues, los sentidos
de tu alma, y escucha los lamentos de un joven que muere cuando
menos lo esperaba.


El moribundo - ¡Ay de mí!; ¡qué desgraciado soy!
¿Para qué nacería? Vine al mundo entre gemidos y lágrimas,
y salgo de él entre alaridos y angustias. Me han rodeado los
dolores de la muerte, y me asaltan los peligros
del infierno. ¡Oh, muerte horrible!, ¿por qué vienes a segar
mi juventud?; si nunca me he acordado de ti, ni jamás
te he llamado, ¿por qué me acometes tan brutalmente? Ya
estoy maniatado con tus cadenas, como un criminal conducido al patíbulo.

Golpeóme la cabeza con el furor de la desesperación,
y la ira me devora. Ya no hay para mí ningún remedio ni
ninguna esperanza; sólo escucho el lenguaje de la muerte,
que me dice:

«¡Desgraciado!, debes morir. No puedes escapar, porque no habrá quien te liberte de mis manos. Tus padres, tus amigos, riquezas, ciencia, poderío, de nada te sirven: te ha llegado tu turno y vas a dejar la vida.»

Me voy, pues, a morir. No hay apelación posible. Me
separaré de este cuerpo al que tanto amé. ¡Oh muerte,
muerte!


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Message  Javier Mer 13 Oct 2021, 10:03 am

Discíp- ¿Por qué te afliges, amigo mío? No sabes que
la muerte alcanza a todos, lo mismo a los pobres que a los
ricos lo mismo a los jóvenes que a los viejos? Aún mueren
más jóvenes que ancianos ¿Te crees que ibas a ser tú el
único que escapases de la muerte? Esto sería una locura.

Moribundo - ¡Vaya un consuelo que me das! ¿Por qué
me dices cosas tan duras y tan amargas? Lo que yo decía
es, que quien vive sin prepararse para morir, y llega a este
trance sin temerlo, es un ciego y un loco, muere como un
bruto, porque no sabe los peligros que le amenazan. No
me quejo de la muerte, sino de morir de repente y sin
preparación. He de someterme a una necesidad de la
naturaleza para la cual no estoy dispuesto. Y así no lloro
tanto la pérdida de la vida cuanto los días que he empleado
en fiestas y placeres, días que bien pude utilizar para
provecho de mi alma.


Soy ahora como una flor caída y marchita, como un
aborto que no ha llegado a la vida.

Mi tiempo ha pasado como la flecha lanzada por un
arco bien templado y mi vida desaparece en el olvido y
en la nada.

Mis palabras están llenas de amargura y la fuerza de
mis dolores llega hasta apagar mis gemidos.


¡Sí, sí, desventurado de mí! ¡Si pudiera volver a mis
días primeros y recobrar el tiempo pasado!, ¡si al menos
hubiera conocido de antemano el estado en que ahora me
encuentro! Desprecié el tiempo gastándolo en cosas inútiles:
se pasó, y no volverá. ¡Qué desgraciado soy! Una sola
de aquellas horas fugitivas me sería más estimable que
todo el imperio del mundo; y ahora no me queda más
que llorar su pérdida, sin que todas mis lágrimas puedan
recuperarme un solo momento. ¿Por qué no emplearía
bien el tiempo que se me dio para bien morir?


¡Oh vosotros jóvenes!, que estáis en la primavera de la
vida poseedores de años ricos, y sonrientes, ved mi desgracia,
y con mi ejemplo aprended a servir a Dios, no sea
que algún día os suceda lo que a mí me sucede en este
trance.

¡Oh juventud mal gastada, años hermosos perdidos en
el pecado! No hacía caso de los consejos de mis padres y
amigos, no quise abandonar mis placeres; y cuando menos
lo pensaba he caído en las garras de la muerte.

¡Ojalá que hubiera muerto en el vientre de mi madre!
y así no tendría ahora que llorar el abuso del tiempo y la
pérdida de mi vida.



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Message  Javier Jeu 14 Oct 2021, 6:24 am

Discíp- ¡Hermano mío!: vuélvete a Dios por medio de
un arrepentimiento sincero de tus pecados, y así acabarás
bien, se remediará todo, y te salvarás.


Moribundo- Eso es imposible y absurdo. ¿Cómo
quieres que haga penitencia y me convierta a Dios en el
momento de morir?
Estoy lleno de angustias y terrores,
soy un pajarito, más muerto que vivo, entre las garras del
gavilán. No puedo pensar más que en escapar de la muerte
que me espera y veo que esto no puede ser, porque ya
me apresa, ya me hiere; y luego mi alma abandonará mi
cuerpo.

¡Ay de mí!; ¿por qué no me convertiría al Señor cuando disfrutaba de salud?: ahora moriría tranquilo y feliz. Todos los que se apartan de Dios y no quieren convertirse cuando tienen ocasión, muy bien merecen el no poder hacer penitencia en el momento de su muerte y yo lo diferí de un año a otro, de un día a otro día y ahora me condenaré con todos mis buenos deseos y con todas mis vanas promesas.

Mi mayor pesadumbre es el haber vivido los treinta
años de mi vida sin haber dedicado un solo día al servicio
de Dios, y sin haber hecho una sola acción que pueda
agradarle: este es el más acerbo de mis remordimientos.
¡Qué vergüenza y qué confusión me esperan cuando me
presente ante la Majestad terrorífica de Dios y en presencia
de toda la corte celestial!


Voy a expirar. Una sola Avemaría que pudiese rezar
con devoción la estimaría en más que todo el oro del
mundo.
¡Ay, Dios mío: ¿qué tesoro de bienes me he
perdido por no aprovechar bien el tiempo ¡y en qué abismo
más hondo me han precipitado mis placeres! Ahora estaría
sumamente contento si hubiera huido las amistades
mundanas en el tiempo de mi juventud. Con sólo abstenerme
de una mirada deshonesta o impúdica por amor de
Dios, hubiera merecido para mi alma más que si ahora
alguna alma buena ofrece por mí al Señor treinta años de
oraciones fervorosas.


Todos los que tenéis que morir, escuchad una cosa espantosa. Yo me muero, y como ningún mérito poseo, imploro el auxilio de los hombres virtuosos para que con sus méritos satisfagan por los pecados de mi vida, y todos me rechazan, porque todos temen que el aceite de sus lámparas no sea suficiente para su propia salvación. Y yo, que pude enriquecerme cuando estaba sano, vanamente solicito una limosna espiritual que me obtenga, no ya alguna reconciliación con la divina justicia o al menos una rebaja de mis deudas.

Aprended de mí todos, jóvenes y viejos; aprended a
enriqueceros durante esta vida con gracias y méritos: no
confiéis en que a la hora de la muerte podréis mendigar los
méritos de los demás, porque no encontraréis quien pueda y quiera socorreros.



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Message  Javier Lun 18 Oct 2021, 3:10 am

B) Los consejos


Discíp- Tus angustias y tus lamentos me desgarran el
corazón Tu desgracia me hace pensar en mí mismo. Te
conjuro por Dios vivo que me digas qué he de hacer ahora
que estoy sano, para no verme en el duro trance en que
tú te encuentras.

Moribundo - Lo primero que debe hacer todo hombre
prudente y sabio, es confesar diligentemente y con gran
dolor sus pecados; y después estar dispuesto a morir cada
semana y cada día.


Imagínate que tu alma ha sido condenada en el Purgatorio
a diez años de penas y tormentos, que sólo tienes un
año de tiempo para poder interesarte por ella y librarla de
las llamas, y que oyes su voz lastimera que te dice: ¡Oh
mi amigo fiel!; tiéndeme una mano compasiva, y sácame
de estas llamas acerbas. Soy muy desgraciada, estoy muy
triste, desolada, y no tengo a nadie en el mundo que pueda
ayudarme más que a ti. Todos me han olvidado, porque cada
uno no busca sino lo que a él le interesa.

Discíp - Tus consejos son muy buenos y provechosos,
y es claro que si los hombres viesen las cosas como tú
ahora las ves, no podrían menos de impresionarse vivamente.
Pero los mundanos no lo piensan. Tienen oídos y
no oyen, tienen ojos y no ven. Nadie piensa en la muerte
mientras duran la salud y el bienestar: para este pensamiento
se reserva solamente el momento de morir.


Moribundo- Y cuando les hieran las flechas de la
muerte, entonces darán grandes gritos y gemidos, y el cielo
y la tierra se le mostrarán del todo insensibles. Es muy
triste. De cada cien cristianos que viven en el mundo o en
el claustro, apenas si a uno solo llegarán a impresionar
fructuosamente mis palabras, de modo que cambie de
conducta; y por consiguiente, de cada cien cristianos,
apenas si encontrará uno que muera bien dispuesto.


Casi todos llegan al trance de la muerte sin haber meditado su fin último;
casi todos atraviesan el último momento sin reconocerse, sin arrepentirse,
sin hacer penitencia; porque el orgullo de la vida, y los placeres corporales,
y el amor de las cosas de aquí abajo, y la preocupación de los intereses materiales,
todo contribuye a mantenerlos en su gran ceguera.


Si con los pocos quieres evitar las terribles consecuencias de una muerte imprevista, oye mis consejos. Piensa constantemente en la muerte, e imagínate que tu alma está ya ardiendo en las llamas del Purgatorio. Las oraciones y obras buenas que hagas para rescatarla, calmarán el miedo que tienes a la muerte, y acabarás por desearla y esperarla con amor

Procura que tus meditaciones sean lo más frecuentes y lo más serias posibles.

Graba bien en tu espíritu mis palabras, y no olvides
nunca las instrucciones que te he dado, estando ya en las
convulsiones de la muerte y en la obscuridad de la última
de mis noches.

¡Cuánto debe a Dios el que llega bien preparado a la
hora terrible de la muerte! Abandona la tierra para ir al
cielo, y no tiene por qué sentir las amarguras de la última
hora.



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Message  Javier Mer 20 Oct 2021, 5:31 am

C) La partida


iAy, Señor mío!; ¿cuál será el paradero, el refugio de
mi alma, en las regiones desconocidas de la otra vida? Ya
siento que todo me abandona, y que mi alma va a sufrir
con tantas otras almas que han caído en las llamas de
vuestra justicia. ¿Cuál será el amigo verdadero y abnegado
que me pueda auxiliar?

Basta, basta de gemidos: ha llegado la hora de la partida.
Me muero. No puedo continuar un momento más.
Mis manos están yertas, mi rostro lívido, mis ojos oscurecidos.
Me oprimen las angustias de la muerte, y ya apenas
si puedo respirar. El mundo se me va, su luz me falta: y
ya entreveo la otra vida. ¡Qué horror! ¡Rodeado de fantasmas
horripilantes, amenazado por los diablos del infierno
que están furiosos y dispuestos a todo por apoderarse de
mi alma...!


¡Oh Dios!, ¡oh justicia!: ¡qué severos son vuestros juicios y
con qué rigor aquilatáis las faltas más insignificantes! Todo
mi cuerpo está bañado por un sudor frío. ¡Oh
rostro airado de mi Juez! Ya veo las llamas del Purgatorio
que atormentan a las almas y las agitan como centellas,
mientras ellas exclaman lamentosamente: «¡Ay, ay, qué
suplicios más atroces padecemos!: nadie podrá convencerse
de la multitud y terribilidad de nuestras penas. ¡Oh,
vosotros los que aun tenéis vida!!; ayudadnos en nuestra
desgracia y en nuestra desolación. ¿Dónde están ahora los
recuerdos de la amistad? Sin duda que sus promesas fueron
engañosas, porque ahora nos ha dejado abandonadas
y olvidadas. ¡Compadeceos, compadeceos de nosotras, al
menos vosotros los que en vida nos fuisteis amigos. Nosotras
os hemos querido, hemos hecho por vosotros cuanto
ha estado a nuestro alcance, y ¿así pagáis nuestros favores?
¿No tendréis para nosotras ni un poquito de compasión?
Mirad que nuestros suplicios son más atroces que
los de los mártires, y que en sola una hora sufrimos más
de lo que en el mundo puede sufrirse en cien años. ¡Cuánto
mejor nos hubiera valido precaver estas llamas y estos
tormentos! ¡Oh llamas crueles!, ¡oh privación de Dios,
más cruel todavía!

Ya estoy sumida en los horrores. Ya no tengo fuerzas.
Me muero...



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Message  Javier Jeu 21 Oct 2021, 6:01 am

D) El pensamiento de la muerte


Discíp - ¿Dónde estáis, Sabiduría divina?; ¿me habéis abandonado? ¡Cómo me ha espantado, Jesús mío, el espectáculo de esta muerte! No sé si aún vivo, o si el miedo me ha quitado la vida. Os agradezco, Señor, estas enseñanzas, y haré lo que pueda para que me sean provechosas. En adelante, no me pasará un sólo día que no piense en la muerte, para evitar estos tragos y no ser víctima de tales sorpresas.

Enseñadme a morir ahora que estoy sano y bueno. Encaminaré a la otra vida todos mis pensamientos, porque está visto que todo lo de aquí abajo es pura vanidad.

No esperaré, no, a lo último, para arrepentirme. Voy a comenzar a hacer penitencia en la flor de mi juventud.

Ya no quiero lecho blando y placentero, comidas delicadas, vinos preciosos, sueño prolongado, honores caducos, placeres y bienandanzas corporales. ¿Cómo había de poder sufrir las penas del Purgatorio, si ahora no tuviera valor para hacer penitencia? Hoy mismo comienzo a procurar algún consuelo a mi alma para el día de mañana pues estoy cierto que nadie se acordará de ella cuando esté en las llamas expiando sus pecados.

Sabid- Haces muy bien, amigo mío, en pensar en los peligros de la muerte ahora que estás en la juventud; porque en el momento último nadie podrá ayudarte, ni encontrarás otro refugio que mi pasión, mi muerte y mi infinita misericordia.

Discíp - Por eso mismo, Jesús mío, me postro a vuestros sagrados pies, y os suplico que os dignéis castigarme y purificarme ahora, para que no venga a caer en los tormentos incomprensibles del Purgatorio.

¡Qué necio era al creer que el Purgatorio era cosa de
poco, y que era una suerte el ir a él! Ahora es tal el miedo
que tengo a sus llamas devoradoras, que no puedo pensar
en ellas sin estremecerme de terror.


Sabid- Ten valor, hijo mío; porque este temor es el principio de la sabiduría y el camino del cielo. ¿No recuerdas las alabanzas que los Libros Santos dedican a los que temen la muerte y meditan constantemente sobre ella? Ya puedes estarme agradecido de pensar como piensas, pues este pensamiento es muy raro en el mundo. No obstante las advertencias que a los hombres hago sin cesar, no es posible sacarlos de su ilusión. Los desgraciados, al morir, caen en las horribles prisiones del infierno, y allí lloran y gimen y caen en la cuenta de su locura; pero ya es tarde.

Fíjate en los de tu edad que ya han muerto; evócalos
en tu espíritu; habla con ellos, y pregúntales dónde han
ido a parar. Lo que escucharás serán sus llantos, sus gritos
lastimeros. Aprovéchate de sus sabios consejos.

¡Dichoso el hombre que enseña a otros a atender a su salvación cuando aún es tiempo!

Si de verdad sabes lo que te haces, deberás esperar la muerte cada día, estarás siempre dispuesto a recibirla, y a
emprender con alegría el gran viaje de la eternidad. Porque ¿qué cosa hay más incierta en la vida? El hombre es
como el pajarito sobre el cual se arroja el gavilán, o como el desventurado que ve arribar junto a sí el bajel intrépido
que lo alejará de su patria para siempre.

La verdadera sabiduría consiste en saber prever el fin de la vida, y en adelantarse por el pensamiento a la muerte misma.


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Message  Javier Sam 23 Oct 2021, 1:39 am

CAPITULO XXV - Del Santísimo Sacramento


Discípulo - Si me concedieseis el favor de introducirme en la intimidad de vuestros santos misterios ¡oh Sabiduría sumamente comunicable! me atrevería a preguntaros los secretos de vuestro amor. Ya sé que por medio de vuestra dolorosa Pasión y por vuestra muerte se nos manifestó espléndidamente el abismo impenetrable de vuestra caridad infinita: pero ¿no podríais darnos otras manifestaciones aún más espléndidas de vuestras infinitas ternuras para con nosotros?

Sabiduría - Pues ya lo creo. Más fácil sería contar las
estrellas del cielo que no las pruebas y testimonios de mi
amor infinito.

Discíp - ¡Oh Jesús mío, dulce amor mío! Mi alma languidece esperándoos. Dad a vuestro siervo la paz y la dicha de gozar de vuestra presencia.
Ya veis que para mí están muertas todas las cosas de la tierra, y que nada deseo sino los tesoros de vuestra ardiente caridad. También sabéis que es muy propio del amor el no hastiarse nunca de su objeto, sino que cuanto más lo posee más desea poseerlo. Decidme, pues, Sabiduría encantadora, ¿cuál es la gran prueba de vuestro amor, que nos habéis dado además de vuestra Pasión y de vuestra muerte?

Sabid- Dime tú antes ¿Qué es lo que más aprecia uno que ama, aún entre todas las cosas preciosas de la tierra?

Discip- La presencia del amado, creo yo; sus caricias, y el estar cierto de que nunca se verá privado de él.

Sabid- Eso es. Y como sabía yo que mis amigos fieles sentirían el deseo intenso de mi presencia, en mi cena última determiné quedarme siempre presente a mi Iglesia y a mis fieles hasta el fin de los siglos, por medio de la Eucaristía.

Discip - Señor, perdonad mi ignorancia. ¿Cómo puede estar bajo las simples apariencias de pan vuestro cuerpo bienaventurado y glorioso? ¿Cómo he de veros presente en este Sacramento?

Sabid.-Para mí nada hay imposible. Si los sentidos te engañan suple su defecto con una fe sencilla y sincera sin pretender sondear abismos que son insondables.

Estoy presente a ti en el altar, verdadero Dios y verdadero hombre, con mi cuerpo, mi alma, mi carne, mi sangre, como estuve reclinado en los brazos y contra el pecho de mi Madre, como estoy en el cielo en la plenitud de mi gloria.

Dime: ¿cómo se ve un palacio en un espejo y en todos los pedacitos del mismo?, ¿cómo la extensión infinita de
los cielos cabe en ojo humano que es tan pequeño? ¿No se necesita más poder para sacar de la nada el cielo y la
tierra y todo el universo que para convertir misteriosamente el pan en mi cuerpo? Entonces, no sé por qué te
has de admirar más de lo uno que de lo otro. ¡Cuántas cosas hay en el mundo que las crees, pero que no las has
visto jamás ¿Y no exceden en mucho las criaturas invisibles a las visibles que nos rodean ¿Quién hay que no
crea firmemente que tiene un alma? Y sin embargo nadie lo ha visto.

Si yo te preguntase acerca de los caminos del abismo de los mares, o acerca de las aguas superiores (la atmósfera), me responderías que estas cosas están fuera del alcance de las facultades y de los sentidos del hombre, y que tú no has penetrado nunca los abismos ni has medido la altura de los cielos. No comprendiendo, pues, las cosas naturales y terrestres, ¿cómo has de comprender las celestiales y divinas?

Si una madre criase y educase a un hijito suyo en el encierro de una prisión completamente obscura, al pobre
niño le parecería increíble cuanto su madre le dijera acerca del sol y de las estrellas y de toda la naturaleza: y con
todo la madre no le engañaría. ¿No merece más crédito mi palabra que no los sentidos del hombre?

Bástete, pues, saber que la Eucaristía es obra de mi omnipotencia y de mi amor. Apóyate en la fe, y gozarás de mi presencia.


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Message  Javier Mar 26 Oct 2021, 5:38 am

Discíp - ¿Cómo no he de creer todo lo que Vos me
enseñáis, siendo Vos la Verdad que no puede mentir, la
Sabiduría que no se puede engañar, la Omnipotencia a la
que nadie puede poner límites? ¿Por qué no tendré tanto
amor, como todas las criaturas juntas y una conciencia
tan pura como los ángeles, y un alma tan hermoseada con
todas las bellezas, con todas las virtudes, para recibiros en
mi pecho con tal ardor, con tal fuerza que ni la vida ni la
muerte puedan jamás separarme de mi amor?

Si me enviaseis un ángel con una embajada, de verdad
que no sabría cómo recibirlo y agasajarlo: ¿qué he de
hacer, pues, para recibiros a Vos, que sois el Rey de la
gloria, el tesoro de mi alma, el Bien único, soberano, que en
sí encierra cuanto puede desear mi corazón en el tiempo
y en la eternidad?

Vos sois, Jesús dulcísimo, lo más hermoso que ven
mis ojos, lo más dulce que mi paladar saborea, lo más
delicado que mi tacto toca, y lo más amable que conoce mi
corazón. Pero no sé, de verdad, cómo he de unirme a
Vos. Vuestra presencia me atrae y me cautiva, pero
vuestra majestad me detiene y me asusta. Mi razón quiere que
os adore en silencio y con temor, y mi corazón desea
amaros, abrazaros como a su bien único, queridísimo.
Sólo Vos, Jesús mío, sólo Vos sois mi Señor, mi Dios, mi
hermano, mi esposo. ¡Si pudiese transformar todos mis
miembros, mi lengua, mi carne... en amor, y no ser más
que amor, para poder encontrar vuestras bondades, vuestro
inmenso amor...!


¿Qué me importa a mí del mundo, con tal que Vos os
deis realmente a mi alma, y pueda estrecharos contra mi
pecho, amaros, y gozar de la intimidad de vuestra presencia?
Muy feliz me hubiera sentido si hubiera tenido la dicha de
recoger y conservar una sola gota de la sangre que
brotó de la herida de vuestro costado: y ahora recibo en
mi boca, en mi corazón y en mi alma toda vuestra sangre
preciosa que los ángeles adoran en el cielo.


¡Oh Sacramento de amor! ¡cáliz de dulzura inefable!
¡Qué dicha más grande, Señor, la de recibir vuestra caridad
y de transformarse en ella por la gracia! Ya no deseo
veros directamente y sin velos, porque tengo bastante con
la fe, que es superior a los sentidos y a la inteligencia,
porque ya os poseo con toda seguridad, porque nada me
falta, porque nada me queda que desear.


Quisiera alabar dignamente y glorificar la grandeza de
vuestra Sabiduría y los ricos tesoros de Vuestra ciencia. ¡Oh
amor de inmensa profundidad!, ¡oh pensamiento sublime,
alimento purísimo Sacramento inefable! ¡Señor!: si tan
grande, tan incomprensible, tan admirable os mostráis en
vuestras dádivas y en las efusiones de vuestra gracia y de
vuestro amor, ¿qué tal seréis Vos en vuestra misma esencia?


Prepárate, alma mia, prepara cuidadosamente el aposento que ha de ser
para un Rey tan excelso, prepara tu corazón para recibir a un huésped tan
cariñoso, prepara tu amor para un esposo tan puro y tan encantador.
Preséntate a él con gran humildad, y con todo el respeto de que seas capaz.



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Message  Javier Mer 27 Oct 2021, 10:54 am

CAPITULO XXVI - La preparación para comulgar


Discípulo.- Reconozco vuestro amor, ¡Sabiduría divina!, vuestra bondad, y vuestra grandeza en el Sacramento
de la Eucaristía pero precisamente por esto he de confesar que en manera alguna seré capaz de recibiros dignamente,
si Vos antes no me enseñáis.

Sabiduría - Acércate a mí con el respeto y humildad
que mi divinidad se merece, alójame en tu alma sin que
ni por un momento olvides que estoy allí, mírame y trátame
como la esposa querida que ha elegido tu corazón.
Procura tener hambre de esta comida celestial, para que
frecuentemente puedas comerla.

El alma que desea concederme el hospedaje de una
vida retirada, y gozar de la intimidad de mis caricias,
debe estar purificada y libre de toda vana preocupación,
muerta a sí misma y a todos los afectos terrenos, adornada
de todas las virtudes, con las rosas rojas de la caridad,
las violetas aromáticas de una humildad profunda, y el lirio
blanquísimo de una pureza inviolable. De este modo
me prepararás en tu corazón un lecho blando y regalado,
porque yo siempre coloco mi morada en la paz.


Sea yo el objeto de tus deseos y de tus pensamientos;
pero mira que tu amor sea todo mío, todo, sin reserva,
porque huyo de las almas que aún aman la tierra, como
el pobre pajarito huye del gavilán. Cántame los cánticos
de Sión para engrandecer las maravillas de mi bondad en
este admirable Sacramento, procurando que todas tus
alabanzas sean salidas del corazón.

Por mi parte, te corresponderé a tus ternuras con ternuras nuevas,
te haré gozar de una paz verdadera, te concederé una visión clara
de mí mismo, una alegría pura, una dulzura inefable, un adelanto de
la bienaventuranza. Estos favores los concedo solamente a mis amigos
que saben exclamar transportados al recibir mis favores secretos:
¡Verdaderamente que eres un Dios oculto!



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Message  Javier Ven 29 Oct 2021, 5:00 am

Discíp - ¡Ay de mí! ¡Cuántas veces he cogido estas rosas, y no he percibido su olor; y me he paseado entre estas flores hermosas, sin verlas siquiera; y he recibido este bálsamo divino sin que haya conocido su influjo! Sí, muchas veces ha caído sobre mí este rocío fecundo, y he continuado siendo una rama marchita y seca.

¡Oh Jesús mío, huésped amoroso de las almas puras!
¿Cuántas veces he comido el Pan de los ángeles sin deseo alguno?

Si hubiera tenido que recibir a un ángel, lo hubiera
hecho con profundo respeto; y tratándose del Rey de
reyes, ni siquiera he notado su presencia. Me pesa de
haberme conducido ante vuestra presencia eucarística con
tan poco respeto, con tanta frialdad, con tanta ignorancia;
de haber estado tan lejos de Vos con el corazón mientras
que tan cerca os tenía con el cuerpo.


Al mismo tiempo que me visitabais, y fijabais vuestra
mirada tierna y afectuosa sobre mi alma, yo estaba
distraído pensando en otras cosas, sin temor de vuestra
soberana majestad; siendo así, Jesús mío, que lo correcto en este
caso, lo justo, era que todo mi ser fuera para Vos, que os
ofreciese todos mis servicios, mis deseos, mi corazón que
diera rienda suelta a mi amor, que os alabase y os diese
rendidas gracias.

En reparación de todos mis descuidos y faltas, me postro a vuestros pies divinos;
y en presencia de todos los ángeles que os adoran en este augusto Sacramento,
os reconozco y confieso mi Dios, mi Señor, la Sabiduría eterna,
el Verbo encarnado, el hombre perfecto que reina en la
gloria; y os suplico que me perdonéis mis distracciones e
irreverencias. ¡Señor, que mis lágrimas lleguen a mover
vuestra misericordia!; ¡qué olvidéis todas las faltas que he
cometido contra el Sacramento de vuestro amor!



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Message  Javier Mar 02 Nov 2021, 6:18 am

CAPITULO XXVII - La Comunión frecuente


Discípulo - Ahora, Sabiduría eterna, tenéis que decirme qué bienes acarrea vuestra presencia eucarística al
alma fiel que os recibe con deseo y con amor.

Sabiduría - ¡Hijo mío!; esta pregunta no es digna de
un corazón que ama. ¿Qué cosa mejor y más grande que
yo mismo? ¿y qué puede ya desear uno que está unido al
objeto de su amor ¿Puede rechazarlo un corazón amante,
cuando se le ofrece. En este Sacramento me doy a ti, y te
atraigo a mí; encontrándome a mí te pierdes a ti mismo
para convertirte en mí.

¿Qué hace la apacible primavera sobre los campos y
jardines, una vez que han cesado las heladas y las nieves y
los vientos y todos los rigores del invierno? ¿Qué hace el
resplandor de las estrellas en la obscuridad de la noche?
¿Qué hacen los rayos del sol en el aire diáfano? Conmigo
llevo todos los bienes al alma que me recibe con amor.

Mi cuerpo glorioso es más encantador que la primavera,
mi alma más refulgente y hermosa que las estrellas, y mi
Divinidad más esplendorosa y rica que infinidad de soles.

Discíp- Pero yo, Señor, no siento las dulzuras que decís.
Después de la Comunión me quedo seco, frío, insensible:
soy como un ciego que nunca ha visto la luz del sol.
Yo quisiera que me dieseis señales más claras, pruebas
más evidentes de vuestra presencia.

Sabid- La fe es más pura y más meritoria cuando menos
señales y pruebas la acompañan.
No soy en este Sacramento
una luz exterior que se perciba con los sentidos,
sino un bien tanto mayor cuanto es más interior y está
más escondido. Los seres vivos crecen, y tú no lo conoces
hasta que el fenómeno está ya cumplido. Mi virtud es
oculta, mis gracias no se sienten, mis dádivas espirituales
llegan al alma sin que ella las vea ni las sienta.


Soy pan de vida para las almas dispuestas; pan del
todo inútil para los negligentes; y una desgracia temporal
y muerte eterna para los indignos, para los que están en
pecado mortal.


Discíp- Vuestras palabras, Señor, me revelan muy
claramente lo difícil que es prepararse para recibir dignamente
Sacramento tan soberano.

Sabid- Nunca ha sido capaz de recibirme dignamente
ningún hombre mortal. Aunque poseyeses toda la santidad
de los bienaventurados del cielo y toda la pureza de
los ángeles, no por esto serías aún digno de tan grande
honor.

Mas no te desanimes: haz lo que puedas, que no te
pido más. Yo supliré lo que falte a la debilidad humana.
Un enfermo debe confiar siempre, y atenerse a las
prescripciones del médico, hasta que haya recobrado la salud.

Discíp - ¿No sería mejor, Señor, por respeto y aún por
prudencia el no acercarse con tanta frecuencia a vuestro
Sacramento?

Sabid- Si notas que aumenta en tu alma la gracia y el
deseo de este manjar divino, debes recibirlo con la mayor
frecuencia. Si crees que comulgando no adelantas nada, si
sientes sequedad, hastío, indiferencia, no por esto te asustes:
procura prepararte lo mejor posible. No dejes la sagrada
Comunión, porque cuanto más te unas conmigo
tanto mayor y más eficaz será tu enmienda.

Mira que vale más comulgar por amor, que abstenerse
por temor; y que la salvación del alma está mucho más
segura en la fe sencilla, en la sequedad y en las penas
interiores, que en las dulzuras y alegrías del espíritu.

Discíp- ¿Y no podría uno abstenerse por temor, pero
comulgar espiritualmente?

Sabid- Dime: ¿No vale más recibirme a mí y a mi
gracia que no recibir mi gracia solamente? ¿No es preferible
poseer además de mi gracia, mi presencia real?


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Message  Javier Mer 03 Nov 2021, 5:52 am

CAPITULO XXVIII - Las alabanzas divinas

Alaba al Señor, alma mía: yo le alabaré toda mi vida (Salmo CXLV, I).

A) Deseos de alabar a Dios


Discípulo- ¡Oh, Señor!: ¿Quién me dará fuerzas para
decir lo que siente mi corazón? ¿Cómo podré bendeciros
y alabaros según mis deseos? ¿Cómo celebrar dignamente
durante mi vida al Señor de la majestad que tanto ama a
mi alma? ¡Ojalá que de mi corazón brotasen las armonías
de todos los instrumentos musicales, que mi voz repitiese
todos los cánticos que hasta esta hora se han cantado en
honor de Dios! ¡Ojalá que los acentos de mi reconocimiento
llegasen a alegrar a toda la corte del cielo! Ya veo,
Jesús mío, que soy indigno de alabaros. Lo único que
ambiciona mi alma es que por mí os alaben los cielos con
sus planetas, sus estrellas, su luz y sus esplendores; que
por mí os alabe la tierra con toda la hermosura de sus rosas
y con la riqueza de todas sus flores.

Si tuviese los pensamientos y los deseos de las almas
puras y santas, con qué entusiasmo ¡oh Sabiduría eterna!,
¡oh Jesús mío! con qué ardor no glorificaría vuestro nom-
bre santo.

Cuando acomete a mi corazón el pensamiento y el
ímpetu de alabaros, languidezco de amor y de ventura; y
en mi embriaguez de amor, pierdo el uso de la palabra,
pues comprendo que Vuestra Majestad soberana está
muy por encima de toda alabanza. Y para suplir lo que a
mí falta me dirijo a las criaturas más hermosas del cielo, a
los espíritus más puros y sublimados del Paraíso, y me
encuentro con que la misma eternidad es demasiado breve
para que en ella pueda debidamente celebrarse vuestra
grandeza.

El orden admirable del universo, el espacio con sus
inmensidades, los bosques, las campiñas, los montes y los
valles, regalan mis oídos con el concierto magnífico que
forman en vuestro honor. Oigo cómo todas las beldades
del cielo y de la tierra dicen sin cesar: «¡Cuán digno de
amor y de adoración es el Señor que nos ha creado! Amale,
adórale, porque El es la fuente de toda hermosura. Y
si este Dios tan magnífico, tan hermoso, tan sublime, se
une a tu alma como el objeto de sus amores, ¿cómo podrás
no morir de amor?


¡Oh Jesús mío! ¡Sabiduría Eterna! Consoladme, y enseñadme lo que he de hacer.


***


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Message  Javier Ven 05 Nov 2021, 8:12 am

B) Las alabanzas más aceptas a Dios


Sabiduría - ¿Qué es lo que deseas?, ¿aprender a alabarme dignamente?

Discíp- ¿Por qué me preguntáis, Señor? Conocéis
perfectamente los corazones, y sabéis bien que el mío
arde en un deseo único, el deseo de alabaros y bendeciros,
el deseo que me ha obsesionado desde los días de mi infancia.

Sabid- Para alabarme se necesita mucha rectitud,
mucha justicia y mucha santidad.


Discíp - ¡Oh Jesús dulcísimo! Mi justicia y mi santidad
no están en mí, sino en vuestra misericordia infinita.
Estoy muy convencido de mi indignidad y de mi vileza, y
confieso que mejor estaría en mí llorar mis pecados ante
vuestro acatamiento, que no celebrar vuestras alabanzas.
¡Señor!, que vuestra Bondad infinita no desdeñe a este pobre
gusanillo de la tierra y me ayude a satisfacer mis deseos.
También los ángeles y los querubines os alaban sin
cesar, y ni ellos podrían sin vuestro auxilio más de lo que
puede la menor de las criaturas.


Vos ninguna necesidad tenéis de nuestras alabanzas,
pero no hay cosa que tan bien cuadre a vuestra Bondad
infinita, como dar benévola acogida a los desgraciados, y
el dejaros alabar aún por los indignos.


Sabid- No hay criatura que pueda dignamente alabarme; y sin embargo, todos los seres,
pequeños y grandes, están obligados a alabar a su criador, cada uno a su manera.

Cuanto más unido estoy a una alma, tanto más merezco sus alabanzas; y las que me son más gratas, son las
alabanzas que se parecen a las que me tributan los moradores del cielo. Son alabanzas desprendidas de las nubes
de la tierra, brotadas de corazones unidos a mí por una piedad verdadera y un sincero amor.


Más me complacen las alabanzas de la meditación, de
un oculto desahogo del corazón, que todos los cánticos
que puedan salir de bocas y labios humanos... Una alma
que se concentra en sí misma, que no desea ser amada ni
conocida de nadie, que se considera la más vil criatura
del mundo, que se goza de ser tan pequeña, me encanta
más que todos los conciertos y armonías imaginables.
Este lenguaje, el de la humildad, dirigí yo al Padre cuando
estuve pendiente de la Cruz, desfigurado, ultrajado,
escarnecido, y agobiado por las congojas de la muerte.


Me repugnan las alabanzas que no salen del corazón,
y no admito las que se me dirigen en el tiempo de la
prosperidad, y enmudecen en el tiempo de la desgracia.
La alabanza verdadera y sincera que sube hacia mí como
incienso aromático, es la que incluye a un mismo tiempo
los afectos del corazón, las palabras y los actos; y esto lo
mismo en la adversidad que en la alegría. Porque el que
en el tiempo de la adversidad me bendice, da a entender
que me ama de verdad, más que a sí mismo. Esta es para
mí la más perfecta de las alabanzas.



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Message  Javier Sam 06 Nov 2021, 12:54 pm

Discip - ¡Jesús misericordiosísimo!: Yo no suelo pediros cruces y aflicciones; al contrario, suelo evitarlas. Pero
ahora, contando con vuestra misericordia, me pongo en vuestras manos con toda la sinceridad de mi corazón, y
me ofrezco para ser el instrumento de vuestras eternas alabanzas. Ya sé que la renuncia total y perfecta de mí
mismo no puedo hacerla con todas mis fuerzas, y que de Vos ha de venirme. Si os agrada, pues, que sea despreciado
por todos los hombres, injuriado, que me escupan en la cara, que me atormenten hasta morir; con vuestro auxilio, todo
esto sufriré gustoso para mayor gloria de vuestro nombre, si es que soy inocente; y si soy culpable, aceptaré todos estos
tormentos para satisfacer a vuestra justicia, la que preferiré siempre a mi honor y reputación.



Hágase en mí lo que vuestra misericordia disponga; que yo,
como el buen ladrón, me volveré a Vos y os diré:
«Señor, la verdad es que yo bien merecido tengo lo que
padezco mas Vos, ¿qué mal habéis hecho? Acordaos de
mi, Señor, en cuanto hayáis llegado a vuestro Reino».
Si
mi muerte puede ser de algún provecho en estos momentos,
por mí que no se retarde un instante más; porque
sólo deseo que los años y los meses, y las semanas, y los
días, y las horas y los minutos todos de mi vida sean para
celebrar vuestras glorias, como son celebradas en los
esplendores de los santos: y esto no una vez, cien veces,
mil veces, sino tantas como son las estrellas del cielo, o
como son los átomos que se perciben en los rayos del sol.



Esto es lo que yo querría hacer, si Dios me diese la
longevidad de los antiguos patriarcas; y lo mismo si
después de mi muerte tuviera que estar cincuenta años entre
las llamas del Purgatorio, me sería de gran contento el
honraros y alabaros con todos y cada uno de mis tormentos.
Me postraría en tierra, y os diría: Bendito sea el fuego
del Purgatorio, que realiza en mí vuestra gloria.



Cierto, Señor: no ambiciono nada para mí. Sólo deseo, quiero
y procuro cumplir vuestra voluntad; de tal modo, que si
tuviera que ir al infierno, por vuestra gloria
sufriría gustoso los tormentos eternos, y si me viera del
todo privado de la visión de los bienaventurados no me
quejaría con tal que con mis dolores pudiera expiar todos
los pecados del mundo y todas las injurias que se os han
inferido, y juntamente adorar y glorificar a vuestra bondad
infinita y a vuestra majestad soberana. Así vuestras
alabanzas brotarían hasta del abismo, y de mi pobre corazón
atormentado, y resonarían en los infiernos, en la tierra, en los
aires; y subirían hasta Vos, hasta las alturas
de vuestra gloria. Mas, ¿quién habrá que en el infierno os
bendiga?



Haced de mí, Jesús mío cuanto vuestra gloria exija: yo
continuaré bendiciéndoos hasta mi último suspiro y aun
cuando la muerte apague mi voz, quiero y deseo que los
movimientos de mi cuerpo, de mis manos, que los latidos
de mi corazón os bendigan, que en mi último momento
todo mi ser os diga todavía y para siempre: Santo, santo,
santo; sanctus, sanctus sanctus.
Cuando mis carnes estén
reducidas a polvo, quiero que todas las partecitas de él
canten vuestras alabanzas, que sean transportadas a los
desiertos, a los espacios, hasta vuestra presencia..., y que
no se cansen en su movimiento ni en su canto hasta el fin
de los tiempos.



Sabid- Persevera en estos santos deseos de mi alabanza,
porque tu celo es muy agradable. Haz que tu boca me
bendiga para así enfervorizar tu corazón. Comienza ya en
esta vida los cánticos de gloria que has de continuar cantando
en la eternidad.



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