Respuesta crítica a las mentes escrupulosas y preocupadas por nimiedades.

Respuesta crítica a las mentes escrupulosas y obsesionadas con nimiedades.

Por Fray Javier del Espíritu Santo, O.P.




La hipocresía y el fariseísmo fueron los principales adversarios de Nuestro Señor durante Su vida mortal. Ni siquiera los milagros más extraordinarios y sobrenaturales pudieron conmover a esos corazones de piedra, sepulcros blanqueados, almas ennegrecidas por los pecados y los malos hábitos. Para ellos nunca era suficiente lo que Cristo hizo por amor a los pobres pecadores, siempre andaban buscando una manera de "atrapar" al Hijo de Dios mediante sofismas refinados y maliciosos. Pero todas sus artimañas se estrellaron y acabaron rotas en mil pedazos ante la Verdad misma, por lo que, llenos de satánico odio y furor, tramaron Su muerte comprando al traidor Judas.


Hoy en día siguen habiendo fariseos e hipócritas, incluso en los medios "tradicionalistas". A esta categoría podemos añadir también a esas almas estrechas y poco generosas, escrupulosas hasta el extremo, pobres personajes que se preocupan más por la pulcritud y la perfección del idioma que por el contenido de lo que se dice. ¿Cómo identificar a esta gente? Es sencillo, muy sencillo. Sus motivaciones nada tienen que ver con buscar la mayor gloria de Dios y con agradarle en todo lo que hacen, antes bien, estos timoratos se obsesionan casi irracionalmente por cómo de perfecto está escrito un mensaje en francés, si una cita o referencia está correcta o no, y demás poquedades. Digo en francés porque los principales foros católicos "tradicionalistas" están escritos en esa lengua. Y añadiré más, esos hipócritas y falsarios se encuentran situados en su mayoría en Francia, y se creen autorizados a impartir lecciones de dicción en lengua francesa a quienes no hablamos ese idioma como lengua materna. Pero lo que ya es el colmo del absurdo es que esos quisquillosos franceses se atrevan a dudar de la calidad y de la corrección del francés hablado en Canadá, llegando hasta el extremo de censurar algún texto religioso escrito por algún canadiense porque no se ajusta a los cánones de excelencia de la lengua francesa según ellos la entienden en la vieja Francia.


Pues bien, a esos orgullosos sofistas franceses les digo que ya basta de hipocresía y de estrechez de miras. Estoy harto de todos ellos, de sus excentricidades, de su galicanismo muy mal disimulado, de sus falsas expectativas y del delirio de grandeza inaceptable de su "gran monarca". O se humillan y reconocen su propia miseria espiritual y moral, pidiendo a Dios que les ilumine para no volver a equivocarse en lo sucesivo, y así puedan empezar a hacerlo todo por amor de Dios y para Su mayor gloria, o es mejor que dejen de sembrar la confusión entre las muchas almas necesitadas de sana doctrina y verdadera Caridad. Sus sofismas y sus mediocridades no van a procurar ninguna gloria a Dios ni van a ayudar a salvarles, messieurs hipócritas.

¡Abran los ojos de una vez y vean lo pobres y desnudos que están ante Dios!