Algunas páginas muy reconfortantes de San Agustín, sobre la eterna bienaventuranza de la Ciudad de Dios y el eterno Sábado (français/espagnol)
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Algunas páginas muy reconfortantes de San Agustín, sobre la eterna bienaventuranza de la Ciudad de Dios y el eterno Sábado (français/espagnol)
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Algunas páginas muy reconfortantes de San Agustín, sobre la eterna bienaventuranza de la Ciudad de Dios y el eterno Sábado:
Algunas páginas muy reconfortantes de San Agustín, sobre la eterna bienaventuranza de la Ciudad de Dios y el eterno Sábado:
San Agustín, en La Ciudad de Dios, Libro XXII, Cabo XXX. escribió:
LIBRO VIGÉSIMO SEGUNDO: LA FELICIDAD DE LOS SANTOS.
CAPÍTULO XXX. (continuará....)
DE LA FELICIDAD ETERNA DE LA CIUDAD
DE DIOS Y EL ETERNO SÁBADO.
(fin). ¿Qué hicimos cuando lo dejamos, que morimos miserablemente? Pero entonces, restaurados por su bondad y llenos de una gracia más abundante, descansaremos eternamente y veremos que es él quien es Dios; porque estaremos llenos de él y él será todo en todos. Nuestras buenas obras, cuando las creemos más a Él que a nosotros, nos son imputadas para obtener este sábado; en vez de eso, si venimos a atribuirlas a nosotros mismos, se convierten en obras serviles, ya que se dice del sábado: "No harás allí ninguna obra servil 6"; de ahí esta palabra que está en el profeta Ezequiel: "Les he dado mis sábados como señal de alianza entre ellos y yo, para que aprendan que yo soy el Señor que los santifico 7''. Sabremos esto perfectamente, cuando estemos perfectamente en reposo y veremos perfectamente que él es Dios.
Este sábado aparecerá aún más claramente, si contamos las edades, de acuerdo a las Escrituras, como muchos días, ya que es precisamente el séptimo día. La primera edad, como el primer día, se cuenta desde Adán hasta el diluvio; la segunda desde el diluvio hasta Abraham; y aunque este último no entiende tanto tiempo como el primero, incluye tantas generaciones, desde Abraham hasta Jesús Cristo. El evangelista Mateo tiene tres edades, cada una de las cuales incluye cuatro generaciones: una de Abraham a David, la otra de David a la cautividad de Babilonia, la tercera de esta cautividad al nacimiento temporal de Jesús Cristo. Así que ya son cinco años. El sexto ya está pasando y no debe ser medido por un cierto número de generaciones, debido a esta palabra del Salvador: "No te corresponde saber los tiempos en los que mi Padre se ha reservado la provisión 1 para sí mismo ." Después de esto, Dios descansará como en el séptimo día, cuando Él descansará en Él, que será este séptimo día.
Pero sería demasiado largo tratar con estas siete edades aquí. Basta decir que el séptimo será nuestro sábado, que no tendrá noche, sino que terminará en el domingo, octavo día y día eterno, consagrado por la resurrección de Jesucristo y que representa el descanso eterno, no sólo del espíritu, sino del cuerpo. Es allí donde descansaremos y veremos, donde veremos y amaremos, donde amaremos y alabaremos. Esto es lo que al final será interminable. ¿Y qué otro fin proponemos que llegar al reino que no tiene fin?
Me parece, al terminar esta gran obra, que con la ayuda de Dios he pagado mi deuda. Que me perdonen los que piensan que he dicho demasiado o demasiado poco; y los que piensan que he dicho lo suficiente pueden dar gracias, no a mí, sino a Dios conmigo. Que así sea! (seguir...)
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6. Deuteronomio V, 14. - 7. Ezequiel XX, 12. - 1. Hechos I, 7
Traducción de M. SAISSET, 1869.
cursiva, negrita y negrita
subrayado añadido.
Monique- Nombre de messages : 13758
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Re: Algunas páginas muy reconfortantes de San Agustín, sobre la eterna bienaventuranza de la Ciudad de Dios y el eterno Sábado (français/espagnol)
San Agustín, en La Ciudad de Dios, Libro XXII, Cabo XXX. escribió:
LIBRO VIGÉSIMO SEGUNDO: LA FELICIDAD DE LOS SANTOS.
CAPÍTULO XXX. (continuará....)
DE LA FELICIDAD ETERNA DE LA CIUDAD
DE DIOS Y EL ETERNO SÁBADO.
(continuación) Y no debemos imaginar que los bienaventurados no tendrán libre albedrío, bajo el pretexto de que ya no podrán disfrutar del pecado; serán aún más libres si son liberados del placer de pecar para invariablemente tomar placer en no pecar. El primer libre albedrío que fue dado al hombre, cuando Dios lo creó recto, fue el de ser capaz de no ceder al pecado y también el de ser capaz de pecar.
Otra cosa es ser Dios, otra cosa es participar en Dios. Dios, por naturaleza, no puede pecar; pero el que participa en Dios recibe sólo de él la gracia de no poder pecar más. Ahora, este orden tenía que ser guardado a favor de Dios, para dar al hombre ante todo un libre albedrío por el cual no pudiera pecar, y luego darle uno por el cual ya no pueda pecar: el primero para adquirir mérito, el segundo para recibir la recompensa.
Ahora, habiendo pecado el hombre cuando podía, es por una gracia más abundante que es liberado, para alcanzar esa libertad donde ya no puede pecar. Así como la primera inmortalidad que Adán perdió al pecar consistió en no poder morir, y la última consistió en no poder morir, así la primera libertad de voluntad consistió en no poder pecar, la última consistió en no poder pecar. De esta manera, el hombre no podrá perder su virtud más que su felicidad. Y sin embargo, seguirá siendo libre, pues ¿se dirá que Dios no tiene libre albedrío, bajo el pretexto de que no puede pecar? Todos los miembros de esta Ciudad divina tendrán, por lo tanto, un libre albedrío perfecto, libre de todo mal, lleno de todo bien, disfrutando de los deleites de la alegría inmortal, sin recordar sus faltas o miserias, y sin olvidar su liberación, para no ser ingrato con su libertador.
Por lo tanto, el alma recordará sus males pasados, pero intelectualmente y sin sentirlos, como un médico experto que conoce muchas enfermedades a través de su arte, sin haberlas experimentado jamás. Así como podemos conocer los males de dos maneras, por la ciencia o por la experiencia, porque un hombre de buen conocimiento de los vicios que no sea un libertino, también podemos olvidarlos de dos maneras. El que los ha aprendido por la ciencia no los olvida de la misma manera que el que los ha sufrido; porque los olvida abdicando de su conocimiento, y éste despojándose de su miseria. Es de esta última manera que los santos ya no recordarán sus males pasados. Serán libres de todos los males, sin que les quede ningún sentimiento de ellos; y sin embargo, por medio de la ciencia que poseerán en el grado más alto, no sólo conocerán su miseria pasada, sino también la miseria eterna de los condenados.
Porque si no se acordaran de ser miserables, ¿cómo, según el salmista, cantarían eternamente de las misericordias de Dios 1 ? ahora, sabemos que esta Ciudad no tendrá mayor gozo que cantar esta canción para la gloria del Salvador que nos redimió con su sangre. Allí se cumplirá esta palabra: "Estad tranquilos y reconoced que yo soy Dios 2". Habrá verdaderamente el gran Sábado, que no tendrá noche, el que se muestra en el Génesis, cuando se dice: "Dios descansó de todas sus obras en el séptimo día, y lo bendijo y lo santificó, porque allí descansó de todas las obras que había emprendido 3".
De hecho, seremos nosotros mismos en el séptimo día, cuando seamos llenos y llenos de la bendición y santificación de Dios. Allí descansaremos, y reconoceremos que es Dios, la cualidad soberana que queríamos usurpar, cuando abandonamos a Dios para escuchar esta palabra del seductor: "Seréis como dioses 4"; tanto más ciegos cuanto que habríamos tenido esta cualidad de alguna manera, por anticipación y gracia, si hubiéramos permanecido fieles a él en vez de dejarlo 5 ¿Qué hicimos cuando lo dejamos, que muriendo miserablemente? (continuará....)
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1. Salmo LXXXVIII, 2. - 2. Salmo XLV, 11. - 3. Génesis II, 2-3. - 4. Génesis III, 5. - 5. Salmo LXXXIX, 9.
Traducción de M. SAISSET, 1869.
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Monique- Nombre de messages : 13758
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Re: Algunas páginas muy reconfortantes de San Agustín, sobre la eterna bienaventuranza de la Ciudad de Dios y el eterno Sábado (français/espagnol)
San Agustín, en La Ciudad de Dios, Libro XXII, Cabo XXX. escribió:
LIBRO VIGÉSIMO SEGUNDO: LA FELICIDAD DE LOS SANTOS.
CAPÍTULO XXX. (fin)
DE LA FELICIDAD ETERNA DE LA CIUDAD
DE DIOS Y EL ETERNO SÁBADO.
(fin). ¿Qué hicimos cuando lo dejamos, que morimos miserablemente? Pero entonces, restaurados por su bondad y llenos de una gracia más abundante, descansaremos eternamente y veremos que es él quien es Dios; porque estaremos llenos de él y él será todo en todos. Nuestras buenas obras, cuando las creemos más a Él que a nosotros, nos son imputadas para obtener este sábado; en vez de eso, si venimos a atribuirlas a nosotros mismos, se convierten en obras serviles, ya que se dice del sábado: "No harás allí ninguna obra servil 6" ; de ahí esta palabra que está en el profeta Ezequiel: "Les he dado mis sábados como señal de alianza entre ellos y yo, para que aprendan que yo soy el Señor que los santifico" 7" . Sabremos esto perfectamente, cuando estemos perfectamente en reposo y veremos perfectamente que él es Dios.
Este sábado aparecerá aún más claramente, si contamos las edades, según la Escritura, como muchos días, ya que es precisamente el séptimo. La primera edad, como el primer día, se cuenta desde Adán hasta el diluvio; la segunda desde el diluvio hasta Abraham; y aunque este último no entiende tanto tiempo como el primero, incluye tantas generaciones, desde Abraham hasta Jesús Cristo. El evangelista Mateo tiene tres edades cada una de las cuales incluye cuatro generaciones: una de Abraham a David, la otra de David a la cautividad de Babilonia, la tercera de esta cautividad al nacimiento temporal de Jesús Cristo. Así que ya son cinco años. El sexto ya está pasando y no debe ser medido por un cierto número de generaciones, debido a esta palabra del Salvador: "No te corresponde saber los tiempos en los que mi Padre se ha reservado la provisión mismo 1''. Para sí Después de esto, Dios descansará como en el séptimo día, cuando el descansará en el, que será este séptimo día.
Pero sería demasiado largo tratar con estas siete edades aquí. Basta decir que el séptimo será nuestro sábado, que no tendrá noche, sino que terminará en el domingo, octavo día y día eterno, consagrado por la resurrección de Jesús Cristo y que representa el descanso eterno, no sólo del espíritu, sino del cuerpo. Es allí donde descansaremos y veremos, donde veremos y amaremos, donde amaremos y alabaremos. Esto es lo que al final será interminable. ¿Y qué otro fin proponemos que llegar al reino que no tiene fin?
Me parece, al terminar esta gran obra, que con la ayuda de Dios he pagado mi deuda. Que me perdonen los que piensan que he dicho demasiado o demasiado poco; y los que piensan que he dicho lo suficiente pueden dar gracias, no a mí, sino a Dios conmigo. Que así sea!
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6. Deuteronomio V, 14. - 7. Ezequiel XX, 12. - 1. Hechos I, 7.
Traducción de M. SAISSET, 1869.
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