¡El PADRE PÍO fue asesinado por orden de Montini-Pablo 6 !

El PADRE PÍO
¿FUE ENVENENADO?

La respuesta es decididamente
afirmativa, por ser una realidad
ya demostrada por los “hechos”.
Presentamos un elenco de “hechos”,
indicando sólo las personas
involucradas y sus respectivas
declaraciones, o frases pronunciadas
por el mismo Padre
Pío.

Ya en el pasado, hubieron episodios
que anticiparon lo que luego
se transformó en una deliberada
y feroz “solución final” para
el Padre Pío.

El Padre Pío sabía perfectamente
que los medicamentos le eran
dañosos, pero a quien lo instaba
a rechazarlos, respondía: «Yo
obedezco a mis superiores y a
mis médicos, como siempre lo hice». Y concluía de modo
desconcertante: «¡Peor para ellos!». Cuando el Padre
Alessio intentó intervenir, el Padre Pío se lo impidió con
decisión: «… tú piensa en ser monje y no médico!».


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Todos veían que el Padre Pío se iba deshaciendo día a día.
Ya no bajaba al refectorio, no podía ya articular las piernas,
sufría accesos de vómito. En los últimos años de la vida
del Padre hubieron varios capuchinos encargados de su
cuidado: Padre Eusebio, Padre Onorato, Padre Alessio,
Padre Pellegrino. Estos religiosos fueron unánimes al
afirmar que el Padre Pío estaba siendo envenenado por
las medicinas.

El Padre Pío fue “saturado” de somníferos y barbitúricos
que, además de destruirle la salud, le entorpecían las
facultades mentales. El Director Sanitario de la Casa Alivio
del Sufrimiento, profesor Giuseppe Gusso, hombre
integérrimo y devotísimo del Padre Pío, relata que «Algunos
médicos favorables al Padre Pío, a ocultas de los
frailes, hicieron analizar la orina del
Padre Pío en el laboratorio de la Clínica.
El Padre tiene un físico excepcional:
se encontraron rastros de barbitúricos
que habrían hecho morir a
un caballo en tres días !».

Un día, el Padre Pío dijo a Enzo Bertani,
ecónomo de la Casa del Alivio,
que había ido a verlo: «Toma ese frasco
de pastillas y tíralo, antes de que
llegue el enfermero».

En 1959, el Padre Pío estaba gravemente
enfermo y casi al final de su vida.
Un día, fray Modestino estaba en
la celda del Fraile, cuando le llevaron
para beber un vaso de caldo de pollo;
llegado a la mitad, el Padre Pío dejó de
beber y le dijo: “Ten, paisano, toma y
bebe”. Apenas comenzó a beber, fray
Modestino tuvo náuseas y accesos de
vómito, tan desagradable era aquel caldo.
El Padre Pío, en tono de broma, le dijo:
«¡Qué! ¿No te gusta?.. ¿Y yo
que debo hacer la mortificación todos
los días?». Fray Modestino le preguntó:
«Padre, ¿pero usted de verdad
toma con agrado este caldo de pollo?».
La respuesta fue: «Es la mayor
mortificación que la obediencia me
pide. Verdaderamente, no me hace
bien». Cuando fray Modestino hizo
correr la voz acerca de este nauseabundo
vaso de caldo de pollo, el suministro
al Padre Pío cesó súbitamente.

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En septiembre de 1964, el Padre Pío
se lamentaba con un hijo espiritual suyo,
Eligio D’Antonio, quien declaró
por escrito: «El Padre Pío me dijo:
tres cuartas partes de mis males provienen
de estas medicinas que me
hacen tomar».

Hacia fines de 1964, el Padre Pío ya
no podía dormir. El médico a cargo recurrió
a los somníferos y los barbitúricos.
El Padre Pío no quería tomar esas
píldoras, pero el padre Superior, se lo impuso por obediencia.

En marzo de 1965, la señora Mastrorosa, de San Giovanni
Rotondo, dijo al Padre Pío: «Padre, está usted tan mal,
¿por qué no se cura?». El Padre le respondió: «Hija mía,
me dan tantas píldoras que me están envenenando».

El 20 de abril de 1965, luego de que el Padre Pío fue traído
de vuelta a la celda, un doctor de la Casa de Alivio,
contra la voluntad de los frailes, tomó una muestra de
sangre del Padre Pío para analizarla.
De esos análisis, resultó que el Padre
Pío estaba intoxicado.

El 29 de abril de 1965, el prof. Glauco
Torlontano y el prof. Giuseppe Gusso
de la Casa de Alivio y el prof. Cassano,
fueron al convento, pero, para
consternación de todos, escucharon
que «No se puede visitar al Padre
Pío, porque el padre Guardián no
quiere». Fue imposible encontrar al
padre Guardián.

Entrado en la celda del Padre Pío, el
prof. Cassano escuchó repetir tres veces
al fraile: «No puedo dejarme visitar
por usted porque el padre Guardián
no quiere». Pero la verdad era
otra: se buscaba impedir que otros
médicos visitasen al Padre e indagasen
acerca de los medicamentos que
le eran suministrados.

En una carta del 26 de marzo de 1966,
a su carísimo padre Agostino, el Padre
Pío escribió: «También estoy angustiado
a causa de los médicos que
quieren hacerme beber una basura
que yo no soporto».

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El 25 de septiembre de 1968, Nino
Longobardi en el “Messaggero” publica
una sorprendente noticia: Sor
Pía, hermana del Padre Pío, perteneciente
a la Orden de Santa Brígida de
Suecia, inmediatamente después de la
muerte del Padre Pío, presentó un pedido
formal, a los superiores del
Convento de Santa María de las
Gracias y también al Vaticano, para
que se hiciera la autopsia del cuerpo
del Padre Pío.

Esta fue, realmente, una solicitud “sorprendente”
y ¡la religiosa debía tener
buenos motivos para realizar un gesto
de tales proporciones!

El 1° de noviembre de 1968, el Padre
Pellegrino, en casa de la condesa
Telfener, en presencia de cinco
testigos, refirió: «Hubo un período
en el cual el Padre Pío era
obligado a tragar más de cincuenta
píldoras al día, de todo
género, desde las más inocuas,
como las vitaminas, hasta los
somníferos y los barbitúricos.
Cada noche, desde fines de 1964,
era obligado a tragar cinco píldoras
de las cuales dos eran barbitúricos
y las otras tres somníferos.
Estas medicinas tuvieron efectos
dañosísimos sobre la salud del
Padre Pío. Ya no podía soportar
más, estaba atontado, no lograba
mover un pié, tenía que sostenerlo
con las dos manos cuando caminaba.
Durante la noche, no sabía cómo
hacer para moverlo, cuando tenía
que girarlo en el lecho. Yo, y
también los otros cohermanos
más cercanos a él, constatamos
que el Padre Pío deliraba, a veces
no tenía el control de su mente.
Vomitaba con frecuencia. Cuando
caminaba, se apoyaba en la pared
para no caer por tierra. Una noche
se cayó y se lastimó el rostro».

El 8 de octubre de 1969, Renzo
Allegri dió a conocer hechos terribles
como “atención médica inadecuada
al Padre Pío”, incluso,
“decididamente errada”. Y aún,
“la existencia de un peligro terrible”
en la vida terrena del Fraile,
debido al “martirio causado por
envenenamiento por medicinas”.

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(Chiesa Viva, marzo 2018)

En su diario, Eligio D’Antonio narra
que, una mañana, en presencia
del Párroco del Tufello, Don Parisio
Curzi, escuchó decir al Padre:
«Dos tercios de mis males se deben
a los brebajes que me hacen
tomar».

Cleonide Morcaldi refiere estas
palabras del Padre Pío, dichas a las
hermanas Mastrorosa, las cuales
preguntaban al Padre Pío las razones
de sus mareos: «Me están envenenando
con píldoras».

El prof. Lésourd, de la Universidad
Católica de París, y el abate Benjamin, en un libro de
ellos acerca del Padre Pío, dan cuenta de este juicio del
padre Pellegrino: «Para mí, las
medicinas se han llevado al Padre
Pío» y acerca de los brazos
privados de fuerzas, las piernas pesadas,
los ininterrumpidos vértigos,
las pesadas caídas al suelo del
Padre Pío, precisa: «Los somníferos
han sido la muerte del Padre
Pío».

«El siguiente relato es de nuestro
informante que quiere mantener el
anonimato. Dice: “Puedo documentar
un período de la vida del
Padre Pío del que nadie ha hablado
jamás. Representa un período terrible
de su existencia, cuando a
los sufrimientos físicos y morales
se añadió también el martirio del
atontamiento psíquico, causado
por envenenamiento medicinal.
(…) De este período, que está entre
los más dolorosos de su vida, el
cardenal Giacomo Lercaro escribió:

“Causa de la agonía del Padre Pío,
como la del Salvador en el huerto
de los olivos, era el hecho de que
él no sufría tanto POR la Iglesia,
sino A CAUSA DE la Iglesia...
Experimentó la amargura de los
procedimientos arbitrarios, de medidas
durísimas, injuriosas, malignas...
Se lo aisló de los amigos; en
su lugar estuvieron los adversarios
escondidos en la miserable
acritud del mediocre que no sufre
la superioridad de la virtud
… los mismos cohermanos se
volvieron sus atormentadores y
quien le había sido dado como
bastón de su vejez, fue el traidor
miserable que llevó hasta el sacrilegio
su beso traicionero”.
He citado estas palabras de un
Cardenal porque, si las hubiese escrito
cualquier otro, no serían creíbles
».

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¿QUIÉN HIZO ENVENENAR AL PADRE PÍO?

La respuesta a esta pregunta es también relativamente simple
de dar, debido a la linealidad y claridad de los informes
existentes que vinculaban al suministrador de “medicinas”,
“sopas”, “barbitúricos” y “venenos” varios al Padre
Pío, hasta el vértice supremo del cual los demás dependían.
La persona que ordenaba al Padre Pío ingerir toda
suerte de “venenos” era el Padre Guardián del convento
de los frailes capuchinos de San Giovanni Rotondo: el Padre
Carmelo da San Giovanni in Galdo.

En los últimos tres años de vida, el Padre Pío no se tenía
en pie y no podía hablar; a menudo tambaleaba y caía.
«Cada píldora era suministrada al Padre Pío no por su
médico, el profesor Sala, sino por los frailes enfermeros que
lo asistían; luego ¡eran los frailes, específicamente el padre
Guardián, quienes suministraban los fármacos al
Padre Pío!».

El 23 de agosto de 1963, bajo el pontificado de Pablo VI,
el padre Clemente da Santa Maria in Punta fue nombrado
Administrador Apostólico de la Provincia monástica
de Foggia por el card. Antoniutti, Prefecto de la Sagrada
Sagrada Congregación para los Religiosos.

El 22 de enero de 1964, engañando al card. Ottaviani del
Santo Oficio, el padre Clemente hizo elegir, como padre
Guardián del Convento de San Giovanni Rotondo, no al
padre Carmelo da Sessano, amigo de antigua data del Padre
Pío, sino al padre Carmelo da San Giovanni in Galdo,
¡el subordinado y dócil ejecutor de sus órdenes!

En realidad, el «Padre Carmelo da San Giovanni in
Galdo no viene como padre Guardián, sino como Delegado
del Administrador Apostólico; lo que significa que
cada decisión e iniciativa suya no le pertenece, sino que
deriva directamente del Administrador Apostólico, el
padre Clemente da Santa Maria in Punta».

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«El 15 de mayo de 1964, leyendo el Informe acerca del
estado de la Orden Capuchina en los años 1958-1964, el
Ministro General de la Orden, Padre Clemente da Milwaukee,
hablando de la Provincia de Foggia, declara. “…
Si decimos que esa Provincia, y sobre todo el Convento
de San Giovanni Rotondo, nos ha causado dificultades
fuera de lo normal (…). Ahora, en aquella Provincia se
constituyó un Administrador Apostólico. El tema le
compete a él…”».

En efecto: «En los últimos años de vida del Padre Pío, la
autoridad de gobierno de la Provincia capuchina de Foggia
se concentró exclusivamente en manos del Padre Clemente
da Santa Maria in Punta el cual, en cuanto Administrador
Apostólico tiene, en sede provincial, una autoridad
superior a la del General de la Orden».

¿A quién debía responder de sus actos el Administrador
Apostólico, Padre Clemente da Santa Maria in Punta?

«La Administración Apostólica es una determinada porción
del pueblo de Dios que, por razones especiales y particularmente
graves, no es erigida como diócesis por el
Sumo Pontífice y la cura pastoral de la misma es confiada
a un Administrador Apostólico, que la gobierna en
nombre del Sumo Pontífice».

Luego, desde 1963 hasta la muerte del Padre Pío, el Padre
Clemente tuvo un sólo superior: Pablo VI.

«La actividad del Padre Clemente, en la Provincia de
Foggia, no deja lugar a dudas: los enemigos del Padre Pío
son sus amigos y protegidos; el Padre Pío y sus amigos
son sus enemigos y constituyen toda la “cuestión” que él
fue llamado a desenredar».

Con el adveniento de Pablo VI, la persecución del Padre
Pío de tiempos de Juan XXIII se transformó en una dura e
implacable “solución final” de ese antiguo problema que
había “causado dificultades fuera de lo normal en el
Convento de San Giovanni Rotondo”. Y la solución de
tales “dificultades fuera de lo normal”, en palabras del Ministro
General de la Orden Capuchina,“era responsabilidad
del Padre Clemente”.

CONTINUARÁ...

La “solución final” comenzó oficialmente el 17 de abril
de 1965, cuando el Padre Clemente conversó, durante
un cuarto de hora, con el Padre Pío, en su celda. Inmediatamente
después, el Padre Pío se sintió mal y tuvo un colapso.
De acuerdo con rumores confiables, el objeto de la
conversación fue que dar al Padre precisas disposiciones
acerca de la conducta que debería tener en la relación
con los médicos y demás autoridades
de la Casa de Alivio y, en
particular, con los médicos amigos
suyos, aún los distinguidos,
de los cuales le quedaba prohibido
dejarse visitar.

El Padre Clemente, entonces,
¡mandó al Padre Pío no dejarse
visitar por nadie más!

El día de Pascua, 18 de abril de
1965, el Padre Pío celebró la Misa,
pero luego permaneció en su celda
hasta todo el día del lunes. La mañana
del martes 20, pidió a los cohermanos
que lo ayudaran porque
quería celebrar la Misa, pero en los
últimos escalones se deplomó y, en
brazos, fue llevado nuevamente a
su celda. A la mitad del pasillo se
desvaneció y cayó al suelo.

A partir de la Pascua de 1965, con
la visita del Padre Clemente al Padre
Pío, comenzó la larga agonía
del Padre, que durará tres años
y medio, hasta su muerte.

«En este último período, la asistencia al Padre Pío era llevada
a cabo por algunos de sus cohermanos, pero la elección
de los mismos debía pasar siempre por el Administrador
Apostólico, el Padre Clemente da Santa Maria
in Punta».

En un diario de don Luigi Villa, he leído una frase que
mons. Antonio Piolanti, Rector Magnífico de la Universidad
Lateranense y muy estrecho amigo suyo, le refirió
acerca de Pablo VI: «Pablo VI no puede soportar a los
que no piensan como él. Pablo VI no te asesina. ¡Te hace
asesinar»!

CONTINUARÁ...

(Chiesa Viva)