EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE (Augusto Saudreau)

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Message  Javier Dim 04 Jan 2015, 5:57 pm

EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE (Augusto Saudreau)


PRIMERA PARTE

Objeto por conseguir: La Perfección

CAPÍTULO PRIMERO

ALMAS V I R T U O S A S Y ALMAS P E R F E C T AS

I . DIFERENCIA ENTRE LAS ALMAS VIRTUOSAS Y LAS PERFECTAS


¿El número de almas perfectas, es el que debiera ser,
y el que Dios tiene derecho a esperar? Por desgracia,
está muy lejos de serlo, y jamás deploraremos esto lo
bastante. Es cierto que en nuestros días existen muchas
almas virtuosas y sólidamente piadosas; en medio del
mundo, y con más razón, en el clero, en las órdenes religiosas
de ambos sexos, abundan los servidores de Cristo
en los que se observa una gran aplicación al deber, un
amor sincero a la oración y prácticas de piedad, un celo
y entrega verdadera a las cosas del agrado de Dios. Estos
verdaderos siervos de Dios, defienden de buena gana
sus intereses, sirven, con gusto, de luz, sostén y edificación
a otros cristianos; entre ellos y los fieles vulgares
que se contentan con huir los pecados graves y cumplir
los deberes esenciales del cristianismo, hay una diferencia
inmensa.

Mas, cuán grande es también la que existe entre estas
almas virtuosas, pero imperfectas, y los perfectos amigos
de Dios! El alma perfecta vive constantemente en la
presencia divida; ya no guían la conducta de su vida
las consideraciones humanas, sino que los motivos de la
fe le son tan habituales, que, por decirlo así, inspiran
todos sus actos; el amor de Dios ha llegado a ser el
grande, el único móvil de su vida: qué de obras buenas
le mueve a realizar, qué de acciones santas, de oraciones,
trabajos y sacrificios! El alma piadosa, pero que
sigue dividida entre el amor de Dios y de sí misma, realiza
menor número de actos virtuosos; hay en su vida
muchos actos que son honestos, correctos, pero sin miras
sobrenaturales.

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Message  Javier Lun 05 Jan 2015, 8:42 am

Además, la disposición honda y habitual del alma
perfecta, tiene una influencia, de la cual no siempre se
da cuenta, pero que es muy grande, en todo el conjunto
de sus acciones. La disposición ordinaria de la voluntad
varía mucho según las personas. En la que está llena
del amor divino, su disposición profunda es una voluntad
bien resuelta de no vivir sino para Dios, y de no
conceder a la naturaleza sino sólo lo que Dios quiere que
le conceda, lo que es necesario para hallarse en estado
de cumplir sus obligaciones. Y esta resolución no es el
fruto de una viveza transitoria, de una imaginación
acalorada; la ha manifestado y está bien arraigada con
actos innumerables de renuncia y mortificación; ha penetrado
pues hasta el centro más profundo de la voluntad-
Así, persiste, aun cuando no la renueva expresamente,
y los actos menos importantes de la vida, obrados
con esta disposición, la del amor perfecto, adquieren por
eso mismo, un gran valor a los ojos de Dios.

El alma sólidamente virtuosa, pero no perfecta, ha
obrado: durante su vida muchos actos que mucho le han
costado; luchas contra sus defectos, práctica fiel del
tenor de vida que se ha prescrito, o de la regla que ha
abrazado, cumplimiento exacto de sus deberes de estado
a veces muy penosos. Tales actos de abnegación han
desarrollado su piedad, y afianzado su virtud. Pero no
ha tomado a pecho colmar su vida de sacrificios; no se
aplica con valentía y perseverancia a enfrenar la vivacidad
de su imaginación, a reprimir los movimientos de
su corazón, como deseos humanos, cuidados temporales,
contentos o tristezas puramente naturales; no ha llegado
a sujetar perfectamente su naturaleza; cede con frecuencia,
y con propósito deliberado a lo que exige o le repugna;
busca sus satisfacciones, huye con esmero de lo
que le molesta, se preocupa de la estima, de la gratitud
de las criaturas; le atemorizan sus vituperios y sus criticas;
por eso, en muchas ocasiones, y sin afeárselo, obra
por amor de sí misma y no por amor de Dios. Su disposición
interior es mucho menos elevada que la del alma
perfecta: resolución de agradar a Dios y de trabajar por
él, pero sin renunciarse mucho; esta disposición habitual
da a los actos ordinarios de la vida un valor muy inferior.
Esta alma es como una sirvienta fiel, dócil, dedicada
a su señor, pero más cuidadosa de sus intereses
propios que de los de su amo y señor.

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Message  Carolus.Magnus.Imperator. Lun 05 Jan 2015, 9:42 am

C'est le retour du Jedi ... euh Javier ! Very Happy

Carolus.Magnus.Imperator.

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Message  Javier Lun 05 Jan 2015, 6:53 pm

Carolus.Magnus.Imperator. a écrit:
C'est le retour du Jedi ... euh Javier !  Very Happy

Hahaha Very Happy  

C'est simplement le retour de Javier, cher C.M.I. Wink
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Message  Javier Mar 06 Jan 2015, 1:09 pm

El alma perfecta es más que una sirvienta, es una
esposa, y para las almas es una madre. La madre de una
familia, amante y sacrificada, no vive sino para su esposo
y para sus hijos; en ellos piensa sin cesar, por ellos
trabaja, para ellos se gasta y sacrifica; no cuenta sus
penas ni fatigas, nunca se queja de sus trabajos, no calcula
lo que da, ni lo que padece, pues encuentra muy
natural el trabajar y padecer, porque ama, y poco le
importa lo que de ella digan mientras haga felices a los
que ama. Así el alma unida a Dios por el amor puro y
perfecto, no vive sino para Él, siempre tiene a la vista
los intereses de Dios, siempre se apresta a inmolarse por
su gloria, se desprecia a sí misma, le parece que nunca
hace lo bastante por su amado.

Y estos actos de amor que son tan meritorios el alma
unida a Dios los multiplica sin esfuerzo durante el día.
Muy diferentes de las almas piadosas, pero no unidas,
que se entristecen cuando se ven solas, que buscan
distracciones, entrevistas, noticias, lecturas vanas, las
almas unidas tienen un grande amor a la soledad, y allí
encuentran a su Dios, y jamás se les hace largo el tiempo
para sus coloquios con El.

El amor pues del alma unida progresa sin cesar con
la multiplicación de los actos que obra, porque el amor
crece con el ejercicio, y estos progresos son tanto más
grandes cuanto el amor es más perfecto. Pues a medida
que el amor formado en el alma es mayor, más ocasiones
presenta la Providencia, las cuales producen grandes
crecimientos y avenidas de amor; las oraciones, las
prácticas piadosas, los sacramentos, las pruebas, son
chispas eléctricas que ponen fuego a la misma; si la pólvora
es de calidad inferior y escasa, la explosión será
débil, si es de melinita y en gran cantidad, el estampido
será formidable. Así los contratiempos, humillaciones,
enfermedades, los duelos, son incidentes providenciales
a fin de provocar en el alma fiel actos de amor cuyo
precio puede variar. El alma buena y piadosa sentirá,
y muy vivamente, lo que la contraría, lo que hiere
su amor propio, quedará pensativa largo tiempo, repasando
en su interior lo que tal amargura le ha producido;
pero procurará reflexionar, para ver la voluntad
de Dios en esa prueba, considerando las ventajas del
padecer; y con esto logrará los actos sinceros de resignación,
a veces con alguna prontitud, a veces con dificultad
y retardo. El alma unida no necesita tantas reflexiones;
aun antes de pensar en ello, siente ya en su parte
superior, una alegría de amor o a lo menos una satisfacción
de amor, un asentimiento de amor, producido, no
por sus esfuerzos, sino por el Espíritu Santo que la gobierna;
la naturaleza padece, pero el alma se regocija.
¡Oh! ¡Cuánto vale a los ojos de Dios, este amor sencillo,
entregado, pero espontáneo, muy lleno y alborozado!

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Message  Javier Mer 07 Jan 2015, 6:07 pm

Además toda oración produce los efectos de la gracia
en conformidad con los sentimientos de fe, de confianza
y amor del que ruega: los perfectos cuya fe es tan viva,
su confianza tan grande, el amor tan puro, recogen por
eso mismo de sus ejercicios piadosos mayores y mucho
más copiosos frutos, que los imperfectos. Sube más de
punto la diferencia al recibir los Sacramentos: la confesión
y la comunión cuyos efectos varían según la disposición
de cada cual comunican a las almas unidas medidas
de gracias sin comparación superiores a las que
reciben los cristianos buenos y piadosos, pero no entregados
del todo a Dios.

Al alma perfecta le conmueven más hondamente que
a la piadosa las grandezas, las perfecciones, las bondades
de Dios; se sobrecoge de admiración por un Dios tan
amante y tan amable; las luces que recibe sobre las amabilidades
divinas dan a su amor más elevación y mérito.
Es más confiada, más familiar; Jesús es para ella más
que un rey o señor, un tierno amigo; su oración no es
una serie de reflexiones encaminadas a tomar serias resoluciones,
es la entrevista deliciosa con su amado; ahí
encuentra su mayor dicha, y sabe que Jesús, el cual la
ama con amor mucho más fuerte que el suyo, experimenta
una dicha mayor todavía con verla cerca de él.
Una razón de escasa importancia bastará al alma piadosa
que de ordinario es fiel a su meditación para eximirse
de ella; una alma perfecta no dejará su oración
sino cuando le sea imposible hacerla; será su aspiración,
y lo consigue, convertir toda su vida en una oración
continua.

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Message  Javier Jeu 08 Jan 2015, 5:15 pm

No sólo sobre la hermosura de Dios recibe el alma
perfecta luces estimables; las recibe también acerca de
su propia miseria, de la nada de su ser, sobre lo cual
está más persuadida que el alma simplemente piadosa.
Así su humildad es profunda, y esto la vuelve más
amada de Dios, y atrae sobre ella gracias más poderosas.
Finalmente, el Espíritu divino que la ilumina, le da a
conocer más pronta y seguramente todos los medios que
debe tomar para agradar a Dios; aprovecha mejor que
las personas de piedad ordinaria las ocasiones de abnegación
que se presentan cada día; ve mucho más, ya lo
que place al amigo divino, amigo infinitamente santo,
ya lo que le desplace, y así tiene todas las delicadezas
del amor.

Por lo cual, el que ha conseguido la perfección, comparado
con el cristiano virtuoso, pero imperfecto, está
habitualmente dispuesto a hacer mucho más por Dios, lo
quiere con más fuerza, lo quiere por motivos más elevados,
sus actos de amor son pues más generosos, más
intensos, más nobles, más tiernos, más delicados, y sobre
todo mucho más numerosos. Y como Dios mide todas
las obras por el amor, le complace mucho más una sola
alma perfecta que gran número de almas piadosas: el
hombre virtuoso es un siervo bueno y fiel del Señor, el
hombre perfecto es para Dios un íntimo amigo: un amigo
tierno, y del todo para su amistad, alegra más el corazón
que mil buenos criados.

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Message  Javier Ven 09 Jan 2015, 5:16 pm

II. PODEMOS Y DEBEMOS ESFORZARNOS
POR SER PERFECTOS


Pero no es mucho presumir el aspirar a la perfección?
Porque, ¿quién es perfecto en este mundo? «Todos faltamos
en muchas cosas» (Sant. III, 2).
No, no es ninguna
presunción aspirar a la perfección; la cual en esta vida
no es la del cielo, ni excluye faltas de fragilidad, que
lamenta y desaprueba el que las comete, y previene las
recaídas. Los religiosos deben aspirar a la perfección, se
obligaron a ello al pronunciar sus votos, cuyo objeto
cabalmente es facilitar su adquisición. Todos los sacerdotes,
llamados a ser como Jesús, el Sumo Pontífice,
todos los pastores de almas deberían poseerla. Y si lo
deben, lo pueden. La empresa pues es menos ardua de
lo que algunos imaginan. «El que ya entrado por el camino
de la perfección, no lo deja, esté seguro que con el
tiempo la conseguirá» (S. Alfonso, Obras, vol. X, c. VI)


Ciertamente, si no hay tantas almas perfectas como
fuera de desear, ¿quién no las ha encontrado durante su
vida? Y asimismo en esos centros donde la formación
de la vida espiritual es acertada, son bastante numerosas
las almas muy unidas a Dios y bien despegadas de
sí mismas. Desasidas, libres de toda afección desordena-,
da como lo ordena San Ignacio, ya no tienen, dice San
Francisco de Sales, el amor de lo superfluo; renunciaron
a todo lo que estorba al corazón entregarse enteramente
a Dios, lo cual, según Santo Tomás, es la condición y
esencia de la perfección; en una palabra, desnudas de
toda voluntad propia, viven dispuestas habitualmente a
no querer sino lo que Dios quiere.

No todos aprecian siempre a estas almas como lo merecen.
Una envidia inconsciente es a veces la causa de esto.
«Me avisáis, escribía San Vicente de Paúl, que la virtud
de los señores N. y N., es algo cargante para algunos, y
lo creo, gravoso a los de menos regularidad y vigilancia
en su propio aprovechamiento y el del prójimo. Su celo
y exactitud molestan a los que no lo tienen, porque su
fervor condena su tibieza... Hallan qué censurar en su
modo de obrar porque les falta valor para imitarlo.»
(Vie, Abelly, 1. 3, c. 24).

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Message  Javier Mar 13 Jan 2015, 4:59 pm

Acontece también a las veces que estas almas denodadas
dan ocasión a juicios desfavorables. Muchas veces
les queda algún defecto exterior, sin que sea parte en
ello su voluntad. Otras, aunque dueñas de sí mismas y
de sus pasiones, les falta padecer algunas acometidas violentas,
porque los diablos se ceban en ellas; estas peleas
que para ellas, como para todos, son medios de progreso
y les reportan grandes victorias, les ocasionan algunas
faltas muy leves, que las mantienen en el conocimiento
de su fragilidad; faltas que disminuyen a medida que
van siendo más amantes y vigorosas, pero que empañan
ligeramente su virtud. Ni vamos a desconocer por estas
imperfecciones, la pureza, solidez y generosidad de
su amor.

Más, cuántas otras que pudiendo haberse elevado a
esa cima, permanecen mucho más abajo; unas porque
aun siendo piadosas, mezclan un gran amor de sí mismas
con el amor de Dios; otras, más adelantadas que las
de una piedad ordinaria, más mortificadas, más desprendidas,
y que más fuertes y conformadas en las pruebas,
se aproximan a las almas perfectas, no tienen con Dios
esas relaciones constantes, íntimas, llenas de familiaridad
y dejación que tanto agradan al corazón de Dios.

Y con todo eso, unas y otras, en especial, estas últimas,
trabajaron en la obra de su santificación, se aplicaron
a combatir sus defectos, juzgaron fielmente sus victorias
y sus derrotas, leyeron muchos libros espirituales,
sacando de ellos orientaciones saludables. Sus esfuerzos
no fueron inútiles, han crecido en la virtud. ¿Por qué
pues no viven habitualmente en la práctica del amor
puro y perfecto? Nos parece que muchas de ellas sin
carecer de buena voluntad y aliento, se quedaron en los
grados inferiores porque no pusieron la mira más arriba;
han deseado la virtud, no han aspirado a la perfección;
o si la desearon, lo ha sido con poco ardimiento y constancia.
La mayoría de estos virtuosos eluden por partidismo
la lectura de San Juan de la Cruz, muy elevado
para ellos. Santa Teresa, el Tratado del Amor de Dios, y
otras obras por el estilo, tan estimulantes, y llenas de
sabios consejos, son lectura demasiado mística. La mayor
parte de los libros espirituales que leen son los que
exponen las reglas de la vía purgativa e iluminativa,
pero descuidan enseñar la vía unitiva y perfecta. Faltos
de una formación conveniente, estos de que hablamos no
toman el camino que conduce más directa y seguramente
a la unión con Dios (la renuncia universal, el recogimiento
continuo, el trato impregnado de ternura con
Jesús.) No tratan lo bastante de vivir de la confianza y
el amor: muchos se repliegan demasiado en sí mismos,
y piensan en sí más que en Dios. Los más generosos
de estos, cuando ya están en sazón para otras gracias
más elevadas, y Dios los llama a entrar en un camino
más sencillo a la par que más saludable, no entienden
cuanto les conviene reposar amorosamente en Dios y
prestarse a la acción que él Espíritu Santo desea ejercer
en ellos, y, por tanto, que deben moderar la demasiada
actividad de sus facultades naturales, enfrenar su imaginación,
evitar el abuso de los raciocinios y discursos.

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Message  Javier Mer 14 Jan 2015, 7:08 pm

Por otra parte, son muchos los sacerdotes, los educadores,
y educadoras de almas que no presentan a los que
forman para la piedad, un alto ideal. A veces, hasta se
encuentran quienes sobradamente desconfiados de la
imaginación de sus discípulos, se preocupan sobre todo
de cortarles las alas. Decía San Pablo: No apaguéis el
espíritu (I, Tes., v. 9)
; pero estos sabios presumidos con
un temor extremado de todo lo místico, y que califican
de imprudente la mortificación, contravienen en absoluto
a este consejo divino: tienden a apagar el espíritu
en los corazones.

¡Ah! Si supieran el bien que se hace a las almas inspirándoles
grandes deseos de perfección, sosteniendo su
anhelo, estimulando sus bríos, persuadiéndoles que Dios,
que las ama con amor inmenso, las llama al desasimiento
perfecto, a una suave y constante intimidad! Estos
directores, con todo eso, desean que sus discípulos adelanten
en el amor de Dios. Pues bien, la medida de este
amor, dijo San Bernardo, es el amar sin medida. ¿Por qué
pues los detienen en vez de empujarlos? Que estas ambiciones
santas sean nuestro alimento y sabremos inspirarlas
a otros: el amor perfecto nos es posible, se nos
ofrece; si ponemos toda nuestra buena voluntad en conseguirlo,
se nos dará. Los que hacen subir las almas a
las alturas del amor dan a Jesús la más agradable satisfacción.
Una santa religiosa que habiendo recibido muchas
luces de Dios estimuló y guió a San Alfonso en la
fundación de los Redentoristas, Sor María Celeste, le
envió, por aquellos días en que el santo padecía horribles
temores de condenación, un mensaje consolador.
Había visto el trono de gloria que le estaba preparado
en el cielo, y oyó que le decía Jesús: Anúnciale de mi
parte que me agradan mucho las tareas en que se afana
para convertir los pecadores, y sobre todo las molestias que
se toma para conducir los justos a la perfección del divino
amor, pues por éstos, sobre todo, soy glorificado, y por ellos
dispenso al mundo mis grandes misericordias. (Vida, Berthe,
1.1, c. 9).

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Message  Javier Ven 16 Jan 2015, 5:11 pm

CAPÍTULO II

CUANTO GLORIFICAN A DIOS LAS ALMAS
PERFECTAS

I . LAS ALMAS PERFECTAS MANIFIESTAN
LAS PERFECCIONES DIVINAS


«Esforzarse continuamente por conseguir la perfección
se considera como perfección: jugis conatm ad perfectionem
perfectio reptdatur».
Esta afirmación de San
Bernardo (Epist. 254), extraña a primera vista; y con
todo eso es exacta, porque la experiencia enseña que
sólo los que ya poseen un amor grande y perfecto, continúan
trabajando por acrecentarlo sin detenerse jamás.
Los otros, después de algún tiempo de esfuerzos y combates,
notan disminuirse en ellos el deseo de la perfección;
hallan muy enojosa esa perpetua renuncia de todo;
ya no luchan con el mismo brío de los principios; conténtanse
con las virtudes ya conseguidas, se mantienen
en ese estado, y no progresan más.

Importa pues, a las almas abundar en santas aspiraciones,
y que sean más ardientes, pues, dice bien San
Francisco de Sales: «A medida que el deseo de amor va
creciendo, aumenta también el amor. El que desea vivamente
el amor, pronto amará con más ardor» (Amor de
Dios, 1.12, c. 2).
La comparación ya establecida éntre las
almas perfectamente amantes y las simplemente virtuosas,
es por sí sola capaz de inspirar un vivo deseo de la
perfección, pero conviene insistir y declarar más en parti-
cular sus grandes ventajas, a fin de excitar las almas
a proseguirla con denuedo y perseverancia.

El alma perfecta da a Dios una gran gloria, Dios se
complace muy mucho en ella, esta alma es dulce consuelo
del corazón de Jesús, es para Jesús un fiel auxiliar,
trabajando con él eficazmente por el bien de la
Iglesia, por la salvación y santificación de las almas.
En la tierra goza de una paz profunda y en su amor encuentra
la única dicha posible; en el purgatorio padece
poco y aun con gozo de expiar y padecer; en el cielo su
suerte es magnífica, participa con medida inmensurable,
de la sabiduría, del amor, de la felicidad de su Dios.

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Message  Javier Dim 18 Jan 2015, 5:40 pm

«Nos escogió Dios antes de la creación del mundo...
para alabanza y gloria de su gracia» (Efes. 1, 4-6).
Impresiona tanto a San Pablo esta verdad, que debemos
con nuestra santidad servir de resplandor de la gloria
divina, que la repite tres veces en pocas líneas: in laudem
gloriae
, glorificar a Dios por nuestras virtudes, ved
ahí el objeto de nuestra vida, la razón de tantas gracias
que hemos recibido de Dios, ved ahí lo que Dios espera
de nosotros en retorno del colmo de beneficios.

Un acto sobrenatural, en efecto, es lo más excelente
de cuanto hay en el mundo, es la obra maestra de Dios.
Una criatura angélica o humana, cuando hace un acto
de virtud sobrenatural es, no digo mil veces, sino más
grande sin punto de comparación, que todo lo que hay
de más hermoso en el mundo material: las fuentes, los
ríos, el mar; los valles y los montes; los astros y todo el
esplendor del firmamento; y eso que cantan la gloria de
Dios y proclaman su omnipotencia; caeli enarrant gloriam
Dei.
El espíritu, en efecto, es incomparablemente
superior a la materia. Lo noble de la materia consiste en
que de algún modo es un reflejo del espíritu, pues cuando
contemplamos con deleite los espectáculos de la naturaleza,
lo que en esas formas sensibles vemos es el ideal;
y el orden, el poder, la gracia, es lo que leemos en el
libro del mundo físico. Pero ¡cuánto más bello será el
ideal, no por los reverberos de un espejo imperfecto,
sino visto en sí mismo en el mundo espiritual!

Además, estas obras espirituales en sí mismas tan
excelsas, lo son mucho más en cuanto que son libres.
Los mares, las montañas, los cielos no pueden ser sino
lo que son; el alma virtuosa es bella porque quiere serlo;
y su belleza por ser el fruto de su libertad, es más admirable.
Dios hizo cosas maravillosas sacando de la nada
todo el universo, pero este mundo material no podía
oponerle ninguna resistencia. Cosa más maravillosa realiza
Dios haciendo que la criatura inteligente produzca
una obra virtuosa, siendo libre para no obrarla; y esta
obra pertenece a la criatura porque la ha realizado libremente,
y con todo eso viene de Dios y enaltece en gran
manera su poder, su bondad, su sabiduría. Y tanto más
lo manifiesta y proclama cuanto las más veces ha efectuado
esta obra sobrenatural contra las tendencias de la
naturaleza. Además, hay en general más mérito en el
ejercicio de la virtud que malicia en el pecado. El pecar
no cuesta, pues el pecador no hace más que ceder a sus
impulsos. Como el marino que bajando una corriente no
tiene que remar ni esforzarse para empujar la barca, así
el pecador no necesita sino seguir la inclinación de su
naturaleza viciada para entregarse al mal. Muy diferente
es la situación del alma que quiere permanecer
fiel a su Dios. ¡Qué batallas contra sí misma no ha de
sostener, qué violencia no ha de imponerse; sobre todo
si quiere llegar a la perfección del amor! Dios que la
sostiene en esta lucha saca mucho más gloria de una
alma sólidamente virtuosa que la que el pecador pueda
quitarle.

Continuará...

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Message  Javier Jeu 22 Jan 2015, 5:05 pm

Los actos, pues, de virtud sobrenatural, como efectos
que son de la gracia, manifiestan la sabiduría y el poder
de Dios, como la obra manifiesta la habilidad, el talento,
la bondad de los designios del artífice u operario. Pero
además dichos actos son una participación de esas mismas
perfecciones divinas; las reproducen, pues en todo
acto sobrenatural interviene la fuerza, la santidad y la
sabiduría divina. Ahora bien; ¿hay algo más grande
que lo divino?

Es pues un espectáculo maravilloso a los Angeles y
bienaventurados un alma fiel; en ella ven brillar todas
las virtudes que ha practicado, todos los actos sobrenaturales
que ha realizado; ven además la parte del alma
en estas obras santas y cual fue la parte de Dios. De
Dios es la gloria; Dios aparece admirable en sus santos:
mirabilis Deus in sanctis suis. La gloria es también de
Jesús que mediante sus humillaciones y padecimientos
mereció a todas estas almas las gracias que las han santificado;
cada alma que se salva es un trofeo del Salvador,
cada alma que se santifica es un triunfo de su amor.

El alma pues en estado de gracia da cierta gloria a
Dios, pero cuánto más le glorifica la que no se detiene
ya en los apetitos humanos y cuya vida es la práctica
del puro amor. Dios se complace en esta alma fiel, y dice
de ella en alguna manera lo que de su divino Hijo: hic
est filius meus dilectus in quo mihi bene complacui:
Este es
mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias.
Sólo lo divino es digno de las complacencias divinas;
donde quiera que esté atrae a Dios, enamora a Dios.
Ahora bien, en el alma perfecta que ya no cede con deliberación
a las inclinaciones de la naturaleza, las menores
acciones son realzadas por la unión completa de su
voluntad a la voluntad de Dios, y reproducen con mayor
fidelidad las perfecciones divinas; como los dones
del Espíritu Santo se ejercen enteramente en ella, la
parte de Dios en las virtudes que practica es mucho
mayor, puede decirse que está, impregnada de lo divino.
Por tanto ¿qué gloria no procura a Dios que la creó, a
Cristo que la redimió?

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EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE (Augusto Saudreau) Empty Re: EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE (Augusto Saudreau)

Message  Javier Sam 31 Jan 2015, 6:37 pm

II. LOS PERFECTOS SON LOS PREFERIDOS DEL SEÑOR

¡Y cuánto no agrada a Dios esta alma! Dios tan bondadoso
que ama las más indignas y las más ingratas de
sus criaturas, Dios que por éstas como por todas envió
su Hijo a la tierra y quiso que Jesús padeciera acerbísimos
dolores, Dios tan deseoso de perdonar y abrir los
cielos a los pecadores más culpados, le tiene al alma
totalmente fiel, un amor mucho más tierno, mucho más
afectuoso. Y Jesús que abriga en su alma santísima los
mismos sentimientos que su Padre celestial le profesa al
alma generosa una afección ardiente; cierto que ama a
todos sus hermanos, por todos derramó su sangre, y por
los más miserables estaría pronto aún a padecer todos
los ultrajes y todas las amarguras de su pasión; pero los
pecadores hieren su Divino Corazón, las almas piadosas
que tanto recibieron de él le producen grandes desengaños
por sus infidelidades, por su tibieza, por sus negligencias;
sólo las almas ardientes y llenas de amor le consuelan
y le compensan y pagan por las ingratitudes de
los hombres, y estos consuelos son tanto más grandes
cuanto su amor es más puro, más fuerte, más constante.
Son pues mucho más amadas de su Corazón, porque siendo
justo y santo, ama mucho más a aquéllas que tanto
le aman. Ego diligentes me diligo. ¿Quién pues permanecerá
indiferente al pensar que puede dar a Jesús dulces
consuelos y ser uno de sus más queridos amigos?

A estos amigos que tanto se le entregan concede Jesús
aun en este mundo, una grande honra y favor: los asocia
a su obra redentora, los hace sus instrumentos de
elección, como Él y con El llegan a ser salvadores de
almas. Porque Jesús se sirve siempre de sus amigos para
realizar sus obras. Con todo eso, Jesús es quien lo hace.
Encubre su acción para que aparezca la de sus amigos,
desaparece amorosamente delante de ellos. Pues dijo;
«El que cree en mí hará las obras que yo hago, y realizará
mayores todavía» (Juan, XIV, 12).
En efecto, cuando
Jesús subió a los cielos sólo tenía algunos centenares
de discípulos fieles; quiso dejar a sus Apóstoles la gloria
de obrar numerosas conversiones, fundar iglesias, conquistar
el mundo, y en los siglos posteriores siempre se
ha servido de almas generosas haciéndolas instrumentos
de sus gracias.

Así toda alma perfecta obra en la Iglesia un bien inmenso;
es poderosa con sus obras, bendecidas copiosamente
por Dios, y aun perteneciendo a la vida contemplativa
sus oraciones atraen gracias incalculables sobre
los pecadores para reducirlos al deber, y sobre los buenos
para hacerlos mejores y sobre los obreros evangélicos
para fecundizar su apostolado. Estas almas fervientes
hacen muchas veces por el bien de las parroquias y
de las comunidades más que quienes trabajan directamente
en ello y que a los ojos de los hombres se llevan
toda la gloria. Porque cuanto más sobrenatural es una
obra, mayor es la acción de Dios en ella y menor la de
la naturaleza. En las empresas humanas, en el comercio,
la industria, las artes, los talentos naturales que Dios ha
repartido, son los que dan el resultado. Pero en las obras
tan divinas de la conversión y santificación, quien obra
es la gracia y la gracia no se alcanza ni por el entendimiento,
ni por la elocuencia, ni por la habilidad, sino
por la santidad de la vida. Dios la concede a las almas
según lo que valen sus oraciones, según el mérito de su
virtud. Quien nada ha negado a su Dios, quien no vive
sino para Él, quien por Él ha sacrificado todos sus gustos,
toda su voluntad, alcanza en retorno para sí y para
sus hermanos recursos poderosos, luces vivísimas, y tales
como las personas virtuosas pero amigas de sí mismas
no recibirán semejantes. «Un alma justa, dijo el Salvador
a Santa Margarita María, — y por justo entendía,
sin duda, como siempre la Sagrada Escritura los perfectos
— alcanza el perdón para mil criminales».
En
este mundo no vemos claramente esta su gran superioridad
en lo tocante al apostolado, pues tales efectos
están en gran parte ocultos, se producen muchas veces
a distancia y aún sin saberlo los que los consiguen,
pero son muy grandes y serán conocidos de todos en el
gran día de la eternidad. ¡Oh qué motivo tan eficaz para
aspirar a ser perfecto este maravilloso poder y eficacia
para el bien!

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Message  Javier Ven 06 Fév 2015, 2:20 pm

CAPÍTULO III

LAS VENTAJAS DE LA PERFECCIÓN


I. PAZ QUE GOZAN EN ESTE MUNDO LAS ALMAS PERFECTAS

Es necesario trabajar y padecer mucho para alcanzar
la perfección. «No es la obra de un día, ni juego de niños
el renunciarse perfectamente, pero el que todo lo deja
todo lo halla; el que renuncia toda codicia encuentra la
verdadera paz.» (Imit. 1. III. c. XXXII).


Sí, el que tiene el arrojo de pelear denodadamente
contra sus inclinaciones naturales y de morir a sí mismo,
recibe buena paga de sus fatigas; es mucho más feliz que
las almas menos generosas que quieren servir a Dios y
contentar a la naturaleza. No que esté más libre de
dolor y de las tribulaciones de la vida, pues los mejores
amigos de Jesús tienen siempre una gran parte en su divina
cruz; sino porque siendo muy humildes, muy desprendidos,
son menos sensibles a los contratiempos, los
fracasos, las humillaciones. Todas estas amarguras y
otras como los abatimientos o quebrantos del corazón
pueden afligir su naturaleza, pero su voluntad unánime
con la de Dios no padece contrariedad alguna por ello;
muy al contrario, como sus padecimientos los quiere
Dios y glorifican a Dios, la voluntad se considera feliz
con ellos.

El alma menos amante, que conserva asimientos naturales,
afectos puramente humanos, padece no sólo en
su naturaleza sino también en su voluntad la cual muchas
veces es contrariada, sacudida, irritada; y tiene
que hacer un esfuerzo para resignarse; la resignación la
aplacará, pero sin procurarle ninguna alegría.

Las almas imperfectas, pues, no disfrutan de esta paz
que poseen las almas desasidas, paz profunda, inalterable.
«Yo os dejo mi paz, os doy mi paz», dijo el Salvador
a sus Apóstoles en el discurso de despedida,
(Juan, XIV, 27). Preciosa es la paz de Jesús a quien
Isaías llamó Príncipe de la paz. Esta paz que Jesús disfrutaba
y de la cual dió parte a sus verdaderos amigos
sobrepuja, dice San Pablo, toda experiencia. Esta paz
reside en el centro del alma, y como el fondo del océano
no es alterado por las tempestades que sacuden y agitan
su superficie, como la cima de las montañas continúa
recibiendo luces vivificantes de los astros mientras que
abajo reinan las nubes, las lluvias, y las tormentas, el
alma que no tiene otra voluntad que la de Dios, cuyo
amor es intenso y su confianza es invencible, permanece
tranquila, aun cuando en la parte inferior experimenta
dificultades, asaltos de tentaciones, amarguras
de toda suerte. La angustia misma que le produce su
celo por la gloria de Dios y el bien de las almas, a veces
bien dolorosa, no perturba su paz interior, porque sabe
que estas congojas las quiere Dios y cederán en gloria
suya.

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EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE (Augusto Saudreau) Empty Re: EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE (Augusto Saudreau)

Message  Javier Ven 13 Fév 2015, 2:13 pm

Más que paz, es felicidad, es alegría perfecta la que
encuentra el alma enteramente fiel, esta alegría y gozo
que Jesús deseaba a sus Apóstoles: «Os he dicho estas
cosas (permaneced en mi amor, guardad mis mandamientos),
para que vuestro gozo sea perfecto» (San
Juan, XV, ll).
Este gozo lo prometía Jesús a sus Apóstoles,
mientras se entregaran del todo a la oración:
«Pedid y recibiréis a fin de que vuestro gozo sea colmado
» (S. J., XYI, 24).
Jesús mismo pedía este gozo a su
Padre celestial para sus íntimos amigos: "Padre, yo ruego
por ellos, para que posean en sí mismos el gozo cumplido
que tengo yo» (S. J., XVII, 148).


El gozo, el contentamiento de la voluntad que logra
el objeto de sus deseos, el gozo, el amor satisfecho. El
alma perfecta tiene ardientes y santos deseos, un amor
muy puro: lo que desea es la gloria de Dios, con un
amor intenso de la voluntad de Dios, que para ella es
siempre buena, sabia, paternal. Ahora bien; ella sabe
que Dios al cual tanto desea ver glorificado, recibe de su
Hijo, de los santos, de sus escogidos una gloria digna
de Él. Sabe también que esta voluntad divina tan ardientemente
amada es siempre cumplida, que Dios tan
poderoso como sabio consigue siempre sus fines. Lo cual
es para ella manantial de gozo que de ordinario no es
rebosante ni de estrépito, sino profundo, reposado, suavísimo.

Y para sí misma, ¿qué desea esta alma una vez que
ha llegado al perfecto desasimiento? Desea su Dios,
y sólo a Él busca, y cuando no se busca más que a Dios,
se le encuentra siempre y en todas partes. Muy delicioso
es para ella volverse hacia Él, entretenerse con Él, pensar
en sus grandezas, sus bondades, su felicidad infinita;
gran deleite saber que lo tiene cerca de sí, muy dentro
de sí misma; sabrosísimo el unirse a Él con amor simple
y tranquilo, pero intenso.

Los que tienen el corazón dividido, y no están desasidos
de sí mismos ni de las criaturas, no gustarán las
dulzuras del amor. Estando mucho menos iluminados
acerca de las perfecciones, las amabilidades de Dios,
son menos atraídos hacia Él. Además las inclinaciones
naturales, de las que no se han despojado aún, los atraen
demasiado hacia los objetos creados, los adhieren mucho
a sus negocios, a sus ocupaciones favoritas, y los
concentran con exceso en sí mismos, para que el corazón
pueda tener sus complacencias en Dios. Pero los que
poseen un amor intenso, ¡cuán felices son amando y
sabiendo que son amados!

Y todas las cosas concurren al bien de las almas
amantes: Diligentibus Deurn omnia cooperantur in bonum.
La Providencia divina desde toda la eternidad lo
preparó todo para su provecho. Las almas incompletamente
fieles inutilizan muchas veces los designios de
Dios sobre ellas Con frecuencia en las pruebas se impacientan
o bien no se resignan sino a medias; a veces les
sucede que repasan demasiado en su espíritu sus agravios;
entonces quedan descontentas, amargadas. Muchas
veces en las tentaciones no resisten sino flojamente. Cuántas
ocasiones de ejercitar la virtud no dejan pasar por
falta de valor para dar a Dios todos los sacrificios que
les pide. El alma enteramente fiel de todo se aprovecha
y cada día acumula para la eternidad nuevas e imponderables
riquezas.

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Message  Javier Dim 22 Fév 2015, 7:59 am

2. EL JUICIO PARTICULAR DEL ALMA PERFECTA

Cuando llega la hora del juicio del alma perfecta
encuentra en Jesús más bien un amigo que un juez. Los
que no han muerto a sí mismos que conservan sin combatirlas
muchas inclinaciones naturales, amantes del
bienestar, apegados a las criaturas, tomando placer en
los objetos u ocupaciones naturales; preocupándose de
la estima, de la aprobación de los hombres, aunque practican
sinceramente las virtudes cometen numerosas faltas,
pecados veniales sin duda, pero que ofenden la infinita
santidad de Dios. No pasa día que no se tengan que
reprender muchas negligencias, movimientos mal reprimidos,
satisfacciones procuradas muy humanas. La suma
de todas esas infracciones, de todas esas debilidades y
solturas, forma al fin de su vida un total espantable. Y
no menos espantoso es el total de medios de santificación:
rezos, oraciones, sacramentos, lecturas, santas inspiraciones,
ocasiones de virtud que se les han presentado
y de las cuales no han sacado el provecho que podían.

«A quién mucho se le dio, mucho se le exigirá», dijo el
Salvador. A las gracias interiores ya comunicadas, en
tal abundancia, se hubieran añadido otras muchas más
poderosas todavía, si por sus infidelidades, no las estorbaran;
hubieran podido, pues, elevarse a una mayor virtud.
Tan pronto como mueran verán todo eso, y con qué
remordimientos tan agudos. Estos cristianos poco generosos
en la práctica de la mortificación habrán hecho
muy poca penitencia de todos esos pecados, de todos
esos abusos de la gracia, las pruebas soportadas en este
mundo los habrán purificado un poco, pero aceptadas
con amor muy flaco habrán perdido mucho del valor
que deberían tener.

Estas personas se aseguran algunas veces persuadiéndose
de que en la hora de la muerte harán un acto
de puro amor, mediante el cual desaparecerán todos los
residuos del pecado. Cierto, hay actos de amor de gran
valor como los que hacen los santos; la eficacia purificante
de estos actos heroicos sería lo bastante grande
para borrar las deudas de muchísimos pecados, pero sólo
las almas muy santas producen tales actos.

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